Por Pablo Alfredo Herken Krauer,
Analista de la economía
E-mail:pherken@quanta.com.py
Hoy voy a ponerme rojo o colorado, pero de vergüenza, por el desastroso discurso del Presidente Nicanor en la convención colorada, imponiendo y declarando al Partido Colorado con la ideología socialista “humanista”. En un discurso populista muy disparatado dijo de todo contra el capitalismo, el lucro o la ganancia de las empresas, el ALCA, la certificación de los Estados Unidos por la lucha contra las drogas, la patria sojera, calificando de idiota al liberalismo. Es cierto que trató de ubicarse en el medio de un rechazo al socialismo marxista y al neoliberalismo salvaje. Pero sus expresiones generales fueron una copia de los discursos de Hugo Chávez de Venezuela, y eso es peligroso.
En un momento dijo que la libertad no sirve de nada si no hay igualdad, agregando que más queremos igualdad que libertad. Dijo que liberalismo quiere decir que para nosotros, usted, es más importante el hombre y la mujer antes que el tractor y la máquina de producir. Una barbaridad.Los que apostamos a un capitalismo sano no queremos sacrificar nuestra libertad por una igualdad impuesta por un Estado “socialista”
Atacó al modelo del neoliberalismo por poner en primer lugar al lucro endiosado, que percibe al ser humano como una herramienta parlante de producción sin más utilidad. Dijo que es una idiotez la doctrina liberal porque solo hablan de libertad en la propiedad, de la libertad individual, de la “cosa”, del mercado. Falso. Con todo respeto, señor Presidente, usted pegó uno de sus peores discursos populistas, y asusta tremendamente. Poner la igualdad antes que la libertad me da miedo. ¿Existe un capitalismo salvaje en Paraguay? Sí. Existe. Son los empresaurios. Fomentado por un estatismo corrupto y salvaje, con privilegios, cuyas ganancias por lo general vienen de su igualdad, amistad, sociedad de intereses con los dueños del poder político-estatal. Los que apostamos a un capitalismo sano no queremos sacrificar nuestra libertad por una igualdad impuesta por un Estado “socialista”.
Queremos que se respeten nuestros derechos de propiedad, nuestra libertad individual de vivir y trabajar dignamente, en aquello que nos de una ganancia legítima, corriendo riesgos, compitiendo, innovando, dando riendas libres a la creatividad. Gracias a esas ganancias somos contribuyentes de un Estado que nos chupa dinero y que da de mamar mal. Con su discurso, señor Presidente, sin querer queriendo, nos amenaza con socializar nuestras ganancias y hasta nuestras vidas, vistiendo una misma vestimenta, como esclavos.
Demasiadas barbaridades se han cometido en el mundo bajo el principio de primero la igualdad y después la libertad. Y sociedades enteras pagaron un alto precio por seguir liderazgos con tal razonamiento.
Quizás se podría suavizar este miedo extremo que tengo con su preocupación por una ideología que sea una “herramienta indispensable para emancipar al hombre y a la mujer de la miseria”. O al pedir más responsabilidad social y fiscal de parte del empresariado para que los campesinos no abandonen el campo, en directa relación a los sojeros “excluyentes”. O manifestando que los mercados libres de toda regulación estatal terminan generando más pobres. O de que la igualdad que propugna no se orienta hacia la lucha de clases, por más que las clases existen y sus confrontaciones no se pueden negar, sino a superar la inequidad social.
Pero hay que tener cuidado entre lo uno dice y cómo la gente toma e interpreta lo dicho. Y le puedo garantizar que usted está alentando una lucha de clases en Paraguay. Lo que empeorará la miseria del pueblo. Y está el “espíritu” del mensaje en su discurso. Hay mucho rencor social hacia los sectores económicos más favorecidos de la sociedad. Y un presidente con rencor social sí que es peligroso. Le aseguro que muchos empresarios, de los buenos, que confían en el libre mercado, con competencia, en igualdad de oportunidades, que invierten y siguen invirtiendo en un país inseguro, para quienes es importante la rentabilidad de sus negocios, están hoy temerosos de su socialismo “humanista”.
¿Quién invertirá en un escenario político electoral en el que el Presidente de la República se pasa de revoluciones presentando al partido oficialista como socialista? Sí. Se que muchos me dirán que lo suyo forma parte de una campaña para “popularizar” el coloradismo y ganar la simpatía primero y el voto después de la gente. Y es muy probable que sea así. Tan poco popular es el Partido Colorado, que siendo agrarista, como usted lo dijo, llevó a la miseria o ha colaborado a empobrecer por mucho tiempo al sector rural del país. Pero no solamente al campo empobreció el coloradismo. Lo hizo al país entero.
Ahí mueren las esperanzas de un capitalismo serio en Paraguay, donde los campesinos tengan sus propiedades garantizadas, primer paso para una real reforma en el campo, brindándole toda la asistencia posible, pero sin mentalidad pordiosera y dependiente, para convertirse por su propia libertad e iniciativa, con igualdad de oportunidades, en un productor real, con ganancias o lucro, palabra que usted señor Presidente desprecia. Duele decirlo pero hay que decirlo. “Demasiadas barbaridades se han cometido en el mundo bajo el principio de primero la igualdad y después la libertad”.