La opinión ciudadana –de la gente en las calles y en las redes sociales– anda dividida en torno al ejercicio del abuso de poder y al autoritarismo de la Policía, expresados preferentemente a través de los motorizados Lince. Una copia centroamericana, impuesta folclóricamente en algunas ciudades (ahora parece que se extiende al Chaco), como ejemplo de máxima seguridad, aunque en la práctica es solo una expresión de deseo, mucha torpeza jurídica y poco profesionalismo.
El último caso que desató mucha polémica es el que involucró no solo a la Policía encapuchada en motocicleta, sino además a otros refuerzos policiales más convencionales, no por ello más eficientes. Y a un joven universitario que requerido en una plaza por su cédula de identidad –que no portaba– abrió la válvula de escape de una policía arbitraria y prepotente, que no mira derechos ni respeta leyes; y de un sector de la población que defiende lo indefendible en honor “al orden y la paz”, como rémora de la dictadura.
Con la insensata práctica muy corriente de creer que lo que uno cree es la verdad, muchas personas salieron a pontificar sobre la preponderancia policial sobre las leyes y la Constitución. Inventaron normas inexistentes.
Mucho de leyenda urbana y posiblemente el poco apego del paraguayo medio a la lectura de muchas cosas abonan la condición de dar por verdad lo que se dice, se escucha o se imagina. Así ocurrió con la famosa “facultad” de la Policía en exigir a cualquier paraguayo su cédula de identidad; la “portación obligatoria” del documento y la necesidad de “ser dócil y someterse” a lo que ordenen los agentes en aquellas circunstancias (las de pedir C.I.). Ninguna de estas cosas es verdad. No existe norma escrita en el ordenamiento jurídico nacional, donde haya obligatoriedad de portar la cédula de identidad y que la Policía la exija. La Constitución garantiza la libre circulación por la República y el Código Civil habla de detención de personas en flagrancia de delitos; es decir, descubiertas en el momento de perpetrar hechos de esa naturaleza. No cualquier hijo de vecino que ande por ahí sin hacer daño a nada ni a nadie.

Sin embargo, la mentalidad aupada y configurada bajo la dictadura stronista, sigue alentando un Estado de represión y ensañamiento contra el diferente, piensa distinto, viste, calza o fuma otra marca.
El caso del muchacho de la última historia filmada y viralizada en internet es paradigmático para unas clases en la Facultad de Derecho. De cómo todo se vulnera porque los agentes de los organismos de seguridad del Estado abusan de su poder e ignoran las leyes que deben conocer de fondo y forma.
Buena parte de la población todavía debe aprender la vida dentro de un régimen de derecho. Donde cada persona goza de derechos plenos y responde por sus actos, conforme disponen las normas jurídicas. Ni los Lince ni la Policía en general pueden hacer lo que le hicieron al universitario. Él exigía un acta de procedimiento y es lo que debía hacer el uniformado, que, por el contrario, le dijo que era una persona común y lo amenazó de irse a las buenas detenido o sufrir las consecuencias. Espero que haya una querella ejemplar en contra de la Policía.
La cultura autoritaria sigue muy metida en nuestro pensar y actuar, lastimosamente. Prueba de ello son estos abusos y los actos de corrupción de los gobernantes que cada cierto tiempo nos indignan...