Luego de ver las cuatro miniobras de Teatro Mbyky, que el elenco de Cuarta Pared presentó en El Granel en setiembre pasado, mi hijo se sorprendió de ver a los actores cuando empezaban a hacer los trabajos de utilería con total naturalidad: recogían las sillas, desmontaban las luces, equipos de sonido, etc. En su total ingenuidad hollywoodense se preguntó por qué los actores deben hacer eso. En realidad, son pocos los elencos que se dan el lujo de tener actores que solamente actúen; en general, hacen de productores, asistentes, publicistas y todo lo que haga falta para que la puesta salga perfecta.
Justamente leía el domingo pasado una larga nota en este diario, donde actores y directores elogiaban el buen momento que está pasando el teatro nacional.
Entiéndase buen momento en el sentido de afluencia de público, y les doy toda la razón. Sin embargo, mencionaban también con acierto la falta de espacios, pues los pocos días de presentación apenas alcanzan para cubrir los costos. Si la gente no fuera a ver las obras, la cosa sería peor. Sin embargo, las salas llenas y el aplauso sincero es la mejor paga que pueden recibir estas raras personas que se dedican al teatro. Luego es voluntariado puro para el 90% de ellos, como se dice en la nota de Última Hora.
Una prueba de que Asunción está cambiando es ese inusitado gusto por el teatro. Las salas vacías van quedando en la historia, y solo falta más apoyo estatal o municipal para que se habiliten más espacios y todo ese esfuerzo empiece a ser rentable y esta bola de nieve siga creciendo.
Solo aquellos que hacen teatro revista o teatro infantil tienen cierto margen de ganancia porque hay un masivo público que cautivamente va a sus salas; sin embargo, para aquellos que apuestan por otros subgéneros, donde la sensibilidad busca la reflexión en el espectador, el sostenimiento ya no es tan fácil. Cuanto el teatro tiende a ser arte y no mero entretenimiento, lo que significa siempre movilizar la sensibilidad y el intelecto del espectador hacia otros sentidos, nuestro público ya no responde de igual manera (lo mismo se puede aplicar al recientemente concluido Festival de Cine de Asunción, donde las películas expuestas se salían de lo que habitualmente las salas ofrecen).
Pero si esto podemos decir de Asunción, ¿qué pasa con las ciudades del interior? Justamente, la semana pasada hablaba con un académico y actor español que está dictando un seminario en el campus universitario de la Universidad Nacional de Asunción. Su dilema era dónde buscar residencia, si en Asunción o en San Lorenzo. En sus pocos días acá ya se dio cuenta –me dijo– de que en Asunción la oferta teatrera y artística en general es mayor, mientras que en San Lorenzo es casi nula, por lo que era casi seguro que se decidiría por la primera. Y si esa es la realidad de la Ciudad Universitaria, ya podemos darnos una idea de las que están alejadas de la capital.
El teatro y otras artes son aún patrimonio casi exclusivo de los asuncenos. Las gobernaciones y municipalidades tienen que alguna vez despertar y comprender que es un derecho cultural el ofrecer una variedad artística a sus compueblanos. No solo se debe crecer en infraestructura, pues aunque lo material es importante, donde realmente las fibras íntimas humanas vibran son en los momentos en que el arte nos interpela, y nada mejor como el teatro para eso. Ojalá el interior del país reciba también “mucha mierda” como Asunción en estos momentos.