Paolo Trotte sufrió una pulmonía grave cuando era pequeño , creció viendo peleas, armas y el consumo de drogas. Tras el feminicidio de su madre, se hundió en la depresión, consumió todo tipo de drogas y hasta intentó quitarse la vida.
Estuvo al borde de la muerte en varias ocasiones, hasta que un día fue a la iglesia y se acercó a Dios, desde ahí cambió por completo su vida.
A través de la red social Instagram, de la iglesia CFC Paraguay, Trotte empezó relatando cómo fue su infancia, asegurando que “desde muy pequeño el enemigo empezó a atacar su vida”.
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Cuando tenía 1 año estuvo internado por 40 días con una pulmonía grave, que ocasionaba que cada día se hinche más. Fueron varios los médicos que intentaron diagnosticarle y encontrar el tratamiento adecuado para disminuir lo que le estaba pasando.
Hasta que un día consultó con un médico quien tomó su caso y ordenó de manera urgente punzarle ambos pulmones, conectaron dos mangueras, uno en cada pulmón, que drenaban pus a unos recipientes que estaban al costado de su cama. El proceso fue el que ayudó a salir de alta.
El joven dijo que “definitivamente fue Dios el que envió al doctor” de apellido Arbo, para que lo sane, y calificó el hecho como “el primer milagro que Dios hizo en su vida”.
Peleas, armas y una crisis familiar
Recordó que su padre, Adolfo Trotte, fue líder de la barra del Club Olimpia por 20 años, por lo que le tocó crecer en un ambiente violento, en donde a raíz de eso, vivió experiencias que marcaron su vida.
“Crecí viendo el consumo de drogas, peleas, armas y entre otras cosas más”, relató.
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Entre finales del 2010 y a principio del 2011 en su familia inició una crisis interna “muy intensa”. Las peleas de sus padres eran cada vez más frecuentes, por lo que tuvo que abandonar su casa y fue a vivir con su abuela.
Por mucho tiempo, intentó mediar entre sus padres, mientras veía que su familia se iba destruyendo, separando y cayendo en un pozo “cada vez más profundo”.
La peor noticia de su vida y el deseo de morir
“Luego de varios meses de mucho dolor, tristeza, idas y vueltas, llega la peor noticia de mi vida, la que me marcó y me rompió en 1000 pedazos: mi papá le había quitado la vida a mi mamá”, expresó.
Aseguró que a partir de ahí, su vida cayó en un dolor profundo, inexplicable, y sentía tristeza, depresión, y momentos desesperados de encontrar respuestas a lo que le estaba pasando.
Además, tenía la carga impuesta por ser el hermano mayor, una responsabilidad para la cual no estaba preparado.
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“Mi vida comenzó a desmoronarse, se convirtió en una búsqueda constante de huir del dolor. Me refugié en el consumo excesivo de drogas, alcohol y otros tipos de sustancias, lo que me llevó a estar al borde de la muerte en reiteradas ocasiones, que era lo que consciente o inconscientemente venía buscando con intensidad en ese tiempo”, relató.
Paolo dijo que la idea del suicidio “era cada vez más fuerte y cercana” al punto tal que una vez encerrado en su habitación solo pensaba en colgarse, empezó a escribir una carta de despedida.
Sin embargo, su enfoque cambió repentinamente, y sin entender por qué en aquel entonces hasta hoy se dio cuenta que era Dios guardándolo.
La invitación de un tío para ir a la iglesia
Recordó que un día, después de reiteradas invitaciones de su tío para asistir a la iglesia y darle una oportunidad a Dios, sin mucho entusiasmo aceptó y fue.
Desde el momento en que llegó en la iglesia, entre alabanzas y celebraciones, encontró las formas de “callar las voces en su cabeza” para esa guerra que se libraba en su interior.
“Darle tregua al sufrimiento y encontrar esa paz que tanto anhelaba”, agregó.
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Después de ir a la iglesia, llegó a su casa, cerró la puerta de su habitación, cayó rendido de rodillas y entre un llanto incontrolable y gritos que salían directo de su alma, decidió entregarse completamente a Cristo y tener su primer encuentro con él.
Desde aquella vez, permitió a Dios que empiece a obrar en su vida, que le ayude a sanar, a renovar, y que le encamine al propósito perfecto que tenía para él y por el cual le guardó.
La llamada del perdón
Recordó que una tarde, mientras leía la biblia, recibió una llamada de su padre Adolfo Trotte, condenado a 40 años por el feminicidio de su esposa Sonia Vera.
Antes de contestar la llamada pidió a Dios que sea él, el que hable y ni bien atendió, su padre volvió a pedirle perdón por lo que le hizo a sus hermanos y a él.
“Era exactamente lo que necesitaba escuchar y después de mucho, pude soltar el perdón que por tanto tiempo me hizo daño y pude ser libre”, expresó.
El joven aseguró que de ahí en adelante, su vida se resume en una búsqueda constante de crecimiento en Cristo, hacer su obra y que otros encuentren lo que él encontró en él.
¿Por qué contó su testimonio?
Paolo aseguró que contó su testimonio de vida porque desea que aquellas personas que piensan que todo está perdido, que ya no hay salida, que no encuentran respuestas a lo que les está pasando, sepan que en Cristo hay una nueva vida, amor, paz y gozo que supera todo entendimiento.
“Yo soy testimonio vivo del poder de Dios en las personas y mientras él me regale vida, quiero gritarle al mundo lo que hizo por mí”, concluyó.
Adolfo Trotte mató a su esposa a balazos
El 23 de abril del 2013, Adolfo Trotte fue condenado a la máxima pena, de 40 años de privación de libertad, al ser hallado culpable del homicidio de su esposa Sonia Vera, a quien dio muerte entre el 2 y 3 de julio de 2011.
El Tribunal de Sentencia integrado por Dina Marchuk como presidenta, Óscar Rodríguez Masi y Julio Granada como miembros titulares, resolvieron por unanimidad la condena de 30 años de cárcel para el ex barrabrava, pero en voto en mayoría los 10 años de medida de seguridad. El juez Rodríguez Masi fue quien votó en disidencia para aplicarle la medida de seguridad.
El tribunal calificó el crimen como una venganza de Trotte hacia su esposa, ya que esta ya había decidido dejarlo, porque ya no lo amaba, luego de varios años de constantes maltratos.
Los jueces llegaron a la conclusión de que el ahora condenado había planificado con detalles el momento de dar muerte a su esposa, ya que estaba preparando la venganza hasta que la ejecutó.
“Bajo los efectos de la droga y el alcohol, yo maté a Sonia. Le metí dos tiros en la cabeza”, admitió Trotte, en el juzgado de San Lorenzo, donde se tramitaba su causa.