El 21 de octubre de 1861 quedó inaugurado el primer tramo del transporte urbano con un itinerario que llegaba hasta Trinidad, en el Jardín Botánico.
El Paraguay no tuvo el primer ferrocarril de Sudamérica. Ese es un mito, igual al de la Albirroja y la garra guaraní. Esos son mitos, como el Pombéro y el Yasy Jatere.
Cuando nuestros trenes comenzaron a operar, otros países de la región ya tenían un sistema ferroviario. Lo que sí nos hacía diferentes, explican los historiadores, es que Paraguay era el único en toda América que contaba con el servicio con un capital estatal, el ferrocarril era nuestro y de nadie más.
En Paraguay, lo que comenzó en 1861 se extendió a Luque, Pikyry; Patiño Kue; Areguá, a donde llegó en 1862, y después a Ypacaraí y a Cerro León, en la Estación de Pirayú. La cuestión es que, cuando comenzó la Guerra contra la Triple Alianza, el tren ya había llegado a Paraguarí y de hecho aquella fue la última estación inaugurada por Francisco Solano López. Después de eso sabemos, el país se fue a la B.
En el año 1999, nuestro tren funcionó por última vez, fue el último tren suburbano con locomotoras a vapor y a leñas de toda Sudamérica.
En nuestro país se dejó morir la posibilidad de desarrollar el proyecto ferroviario como vía de movilidad para la población porque básicamente a nadie le importa la gente; por eso se apostó a construir rutas, las rutas se hacen con asfalto, que es el negocio de las empresas vialeras, y por estas rutas se movilizan los vehículos movidos a combustible, ahí está el negocio pues. Claro que de paso también mataron al tranvía.
Ahora siguen insistiendo con la quimera del tren de cercanías. En teoría tiene muchísimo sentido. Porque un tren de cercanías podría descongestionar el tránsito, disminuyendo el consumo del combustible de origen fósil, podríamos cuidar el ambiente y, de paso, la gente podría viajar cómoda sin soportar los embotellamientos; quizá los estudiantes y los trabajadores tendrían un poco más de calidad de vida, a diferencia de la tortura del actual antisistema de transporte público que padecemos.
El proyecto ya tiene media sanción. El otro día, cuando los senadores y diputados estuvieron tan expeditivos, el pleno del Senado aprobó el proyecto de ley y le pasó la pelota a Diputados.
La ejecución e implementación de la obra estará a cargo del Ministerio de Obras Públicas y de la empresa Ferrocarriles del Paraguay SA (Fepasa). En el proyecto se prevé la asignación de hasta USD 300 millones, “cuyo instrumento de crédito para su validez deberá contar con la ratificación del Congreso Nacional”. Yo leí la crónica que publicó Última Hora, y donde Dionisio Amarilla dijo estar “decidido” porque el proyecto “pretende dotar de una infraestructura que a gritos pide nuestro pueblo”, supe que esto no va a terminar bien. ¿Desde cuándo a esos les importa lo que pide el pueblo?
En el siglo XIX, los López fueron capaces en 11 años de poner en marcha el sistema ferroviario.
En el siglo XXI, durante un gobierno colorado, arrancó el proyecto Metrobús, que debía mejorar la infraestructura urbana para disminuir tiempos de viaje y obtener un tránsito más cómodo y seguro, y un transporte público eficiente. 7 años después, otro gobierno colorado recibe la multa para que el Estado paraguayo pague USD 16.546 millones a la empresa adjudicada para hacer un Metrobús que no existe, porque un gobierno colorado suspendió las obras.
Entonces, dígame, señora, ¿qué puede salir mal si le damos 300 millones de dólares a un gobierno colorado para que ponga en marcha el tren de cercanías?