De los aproximadamente 250 países en el mundo, algunos son gigantes en extensión y población. Otros son microestados, algunos apenas ciudades –como Mónaco o Singapur– o son pequeñas islas esparcidas en los océanos. Paraguay se encuentra cerca del medio de la lista, tanto en extensión como población. Entre los países medianos como el nuestro, algunos han sido exitosos, ubicándose entre los primeros en el mundo en prosperidad y calidad de vida.
Paraguay tiene una superficie de alrededor de 407.000 km2 y una población de unos 7 millones de habitantes. Seleccionando los países con superficies de entre 150.000 y 1.000.000 km2, y con poblaciones de entre 1 y 15 millones de habitantes, encontramos 21 países.
Nuestro PIB per cápita es de unos USD 6.000. Entonces, escogiendo de entre estos países los que son significativamente más prósperos, con un PIB per cápita mayor a USD 10.000 —y que no dependen de recursos minerales, como Omán—, quedamos con solo cuatro: Uruguay, con USD 15.000; Nueva Zelanda, con USD 38.000; Finlandia, con USD 48.000, y Suecia, con USD 57.000
Dos conclusiones saltan a la vista: primero, no es fácil ser un país mediano y próspero; y segundo, con políticas adecuadas, es posible lograrlo, aun sin riqueza mineral.
De los países medianos más desarrollados, dos tienen mayor parecido con nosotros: Uruguay y Nueva Zelanda. Son estados del nuevo mundo, con una base económica agropecuaria y dependencia de exportaciones para generar ingresos. ¿Qué han hecho para lograr sus niveles de prosperidad? Un buen indicador de los factores más significativos que contribuyen al desarrollo de los países es el ránking de los componentes del Índice Global de Competitividad, publicado por el Foro Económico Mundial.
Comparando posiciones relativas, la mayor diferencia entre nosotros y estos países se observa en el componente de institucionalidad. Nueva Zelanda aparece en posición 1, Uruguay en posición 34 y Paraguay en posición 112 de 140 países evaluados. Sin un marco institucional que inspire confianza, no es posible atraer el caudal de inversiones que es esencial para dinamizar nuestro crecimiento.
Tampoco estamos bien en aspectos que hacen a la constitución de empresas. En los indicadores para burocracia, en materia de costo y tiempo para la creación de una empresa, estamos en posiciones mayores a 100 en cada uno, mientras que Nueva Zelanda está en las posiciones 24, 7 y 1, respectivamente. La agilidad en la constitución de empresas favorece a la formalización de la economía y el aprovechamiento de las innovaciones.
Somos penosamente deficitarios en el componente de formación de talentos. Nueva Zelanda está en la posición 10, Uruguay en 59 y Paraguay en 103. Debemos invertir más y gastar mejor en la educación de nuestros jóvenes, proporcionándoles las competencias necesarias para realizar todo su potencial en el siglo XXI.
Comparaciones como estas marcan claramente cuáles deben ser las prioridades de nuestro Gobierno. Algunas reformas no requieren mayor inversión de fondos, aunque sí un compromiso político para vencer resistencias al cambio. Para otras se deben realizar importantes redireccionamientos presupuestarios
Ninguno de estos resultados sorprende, pero estas grandes diferencias con países similares prósperos nos imponen, tanto a gobierno como sociedad civil, asumir el compromiso de realizar un esfuerzo intenso, coordinado y tenaz para realizar los cambios necesarios.
Sabemos dónde queremos llegar, y las experiencias de naciones exitosas muestran claramente el camino a elegir. Es ahora cuestión de emprenderlo con energía, decisión y perseverancia.