“Los amores cobardes no llegan a amores ni a historias”, dice el cantautor cubano Silvio Rodríguez en una de sus canciones, que puede perfectamente retratar parte de lo que fue la relación de Elisa Lynch y Francisco Solano López.
Su historia comenzó en 1853, en París, y culminó el 1 de marzo de 1870, en Cerro Corá, con la muerte del mariscal en plena Guerra contra la Triple Alianza.
Sin embargo, a casi 150 años de ese desenlace, que también marcó un antes y un después en la historia del Paraguay, los enamorados siguen unidos.
Así lo lograron gracias a los nombres de las avenidas Mariscal López y Madame Lynch. La intersección de estas arterias principales se da en la ciudad de Asunción.
Esta legendaria historia de amor tiene mucho de ficticio, real y hasta mítico. Pero los libros hacen mucho énfasis en el poder que tenía la amada del entonces presidente de la República y de cómo pudo esto afectar a Paraguay en lo político y social de la época.
La historiadora paraguaya Ana Barreto había comentado, en una anterior entrevista a Última Hora, que sobre Lynch se dijeron muchas cosas.
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Pero aclaró que lo único que se llegó a confirmar es que es que era de nacionalidad irlandesa, se casó a los 16 años, pero cuando conoció al mariscal estaba separada; de hecho, fue el paraguayo quien pagó una importante suma de dinero al esposo para que gestionara la separación de hecho cuando ya tenían planeado venir a Paraguay.
Francisco y Elisa tuvieron siete hijos: Corine Adelaida, quien falleció a los seis meses de vida; Francisco, más conocido como Panchito; Enrique Venancio Víctor; Federico Carlos; Carlos Honorio; Leopoldo y Miguel Marcial, este último ya nacido durante la contienda.
Pero esta historia de amor nunca estuvo basada en la monogamia. Madame Lynch y mariscal López nunca estuvieron casados, y, según la historiadora, era de público conocimiento que Francisco tenía otras relaciones amorosas, pero era Elisa con quien tenía un vínculo más fuerte y de compañerismo.
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Elisa Lynch estuvo siempre al lado de su amado, incluso en los momentos más duros para el país. Durante la guerra, no lo dejó solo. Iba con él en todas las batallas, le aconsejaba y lo sostenía.
Más de una casa en serranías o algún chorro de agua en arroyos del interior del país tienen una historia vinculada a la mujer, que recorría el suelo guaraní como un soldado más.
Lo único real de esta relación y que sí puede ser confirmado en la actualidad es que el caótico tránsito los sigue uniendo, y los principales testigos son los propios conductores y transeúntes.