El general Eumelio Bernal, entonces comandante de la Primera División de Infantería, asegura que todo comenzó en agosto de 1987, cuando políticos del ala más dura del Partido Colorado y del entorno más inmediato del dictador, los “militantes”, atracaron la convención de la ANR y desplazaron al sector “tradicionalista”.
Bernal participó de aquel acto como observador, acompañando al comandante del Primer Cuerpo de Ejército, general Andrés Rodríguez (consuegro de Stroessner). Allí, Rodríguez le expresó su preocupación por lo sucedido: “Bernal, tenemos que buscar la forma de arreglar esto”.
Desde ese momento, en un reducido círculo de militares y civiles, se empezó a manejar la idea de sacarlo a Stroessner del poder, para frenar el ascenso de los “militantes”, dijo Bernal, en un testimonio brindado al escritor Roberto Paredes.
Otro colaborador cercano de Rodríguez, el general Lino César Oviedo, confirmó el mismo dato: “En rigor histórico, el proyecto de derrocar al general Stroessner ya había comenzado en 1987, hubo varios planes, tuvo varias denominaciones”.
Una visita al Paraguay del general Frederick Woerner, jefe del Comando Sur de los Estados Unidos, en 1988, resultó decisiva para que la sublevación avance.
El alto jefe militar yanqui habló largamente en privado con el general Rodríguez y –según versiones no confirmadas– sugirió que la Casa Blanca vería con buenos ojos “una acción militar que trajera apertura democrática al Paraguay”. Las especulaciones apuntan que, a cambio, Woerner insinuó que Washington podría ignorar las viejas acusaciones sobre presuntas vinculaciones de Rodríguez con el tráfico de drogas y otras actividades ilícitas.
El stronismo sufría un aislamiento internacional cada vez mayor y su principal gran aliado, el Gobierno de Estados Unidos, presionaba para que haya un cambio político. Aumentaban las movilizaciones opositoras.