Lula da Silva, de 79 años, promete que 2025 será el “año de la cosecha” de sus promesas electorales, después de pasar los dos primeros años de gobierno “arreglando” la “casa semidestruida” que dice haber heredado de su antecesor, el ultraderechista Jair Bolsonaro.
Pero los sondeos sugieren que los brasileños, en especial entre su electorado, están cada vez más desilusionados con su presidente. La proporción que evalúa el gobierno “bueno” o “muy bueno” cayó 11 puntos porcentuales desde diciembre, a 24%, según una encuesta de Datafolha, instituto de referencia en Brasil, realizada el 10 y 11 de febrero.
El dato de quienes lo consideran “malo” o “muy malo” se disparó de 34% a 41%.
La popularidad nunca había estado tan baja para el exobrero metalúrgico que terminó sus dos primeros mandatos (2003-2010) con niveles récord de aprobación.
A continuación cuatro claves del desplome de Lula.
La inflación en Brasil bajó en enero a 4,56% en el periodo de 12 meses; pero los altos precios de los alimentos, que treparon 7,25% en un año, siguen siendo causa de preocupación.
La reciente sugerencia de Lula de que la población no compre los alimentos caros para presionar a los comerciantes a reducir los precios solo echó más fuego al descontento y fue ridiculizada por la oposición.
Para combatir el aumento de precios, el Banco Central se apresta a seguir incrementando la ya elevada tasa de interés (13,25%), lo que podría minar todavía más la popularidad de Lula.
Durante sus primeros mandatos, Lula cabalgó en una ola de gobiernos progresistas en América Latina, un boom de materias primas para financiar sus políticas sociales y fue recibido con alfombra roja en foros internacionales.
Ahora enfrenta el fortalecimiento creciente de la derecha global, especialmente con el regreso de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos. El panorama acrecienta las dudas sobre si se presentará a la reelección en 2026. AFP