Por ese permanente desrespeto nunca está de más explicar que se eligió esta fecha para recordar a las 129 obreras textiles de la fábrica Cotton de Nueva York, Estados Unidos, muertas en un incendio mientras hacían una huelga reclamando aumento de salarios y reducción de la jornada laboral, un 8 de marzo de 1857.
Dice ONU Mujeres que, en un mundo que enfrenta crisis que someten a las comunidades a una inmensa presión, lograr la igualdad de género, y garantizar los derechos de las mujeres y las niñas en todos los ámbitos de la vida es la única forma de asegurar el desarrollo sostenible.
Así, pues, desde este olvidado rincón del planeta, debemos reconocer que estamos en el horno, por decirlo de alguna manera. En el Paraguay, el pueblo paga sus impuestos para mantener a diputados como Esgaib, que afirma que los feminicidios son una “pavada”, y a un senador como Bachi Núñez que quiere derogar la ley de protección integral a las mujeres.
El nuestro fue el último país en otorgar el voto a las mujeres; como sabemos, el sufragio femenino en Paraguay tuvo lugar por primera vez en 1961, cuando se promulgó la Ley 704/61, “De Derechos Políticos de la Mujer”. Las paraguayas fuimos las últimas en Sudamérica en conquistar la ciudadanía política.
Uno supondría que en 167 años el mundo ya habría alcanzado, aunque sea, mínimos niveles de decencia, pero no. Hay países donde vuelven a dominar teocracias que recortan derechos civiles de las mujeres como en Irán o como en Afganistán, donde los talibanes excluyen a las mujeres de la educación, del ámbito laboral, les cerraron los salones de belleza, no las dejan practicar deportes y las obligan a cubrirse completamente, de la cabeza a los pies.
Cierto es que las paraguayas tenemos ciertos niveles de libertad, en los márgenes que permiten la pobreza, la pobreza extrema y la desigualdad, porque en el Paraguay la desigualdad deja a las mujeres sin acceso a la educación, atención a la salud, al empleo, salarios dignos y seguridad social.
De la Cámara de Senadores, los colorados echaron a una senadora de la oposición que les resultaba molesta y, para concretar, no dudaron en atropellar la Constitución y la institucionalidad de la República. Entre los trogloditas que votaron por la pérdida de investidura de Kattya González está una joya: el senador colorado cartista Erico Galeano, imputado por supuesto lavado de dinero y asociación criminal. Ella quedó fuera del Senado, pero él sigue ahí.
La violencia contra las mujeres en nuestro país no es solamente política y amenaza a diario su derecho a la participación; a veces, las manifestaciones de violencia son muy explícitas, como los 45 feminicidios del año pasado, perpetrados por machitos convencidos de ser propietarios de aquellas mujeres que mataron o los comentarios machistas y misóginos en el Congreso hasta llegar a la cotidiana violencia contenida en frases y chistes que escuchamos todos los días, en todos los ámbitos.
¿Alguna vez se preguntaron por qué, para insultar al árbitro que no cobra un penal, se le insulta a su madre y no al padre? O por qué, como una broma entre amigos, siempre mentan a la hermana y a su vagina o para insultar a un tipo le dicen “llorás como una nena”, sin mencionar la narrativa de la amargada que no deja al marido ir al fútbol con los perros...
Les explico. No necesitaremos días especiales cuando dejen de vernos inferiores, dejen de tratarnos como una propiedad y seamos iguales de verdad: mismos derechos, mismo salario por la misma tarea, acceso a la educación, la salud, al empleo, y cuando las tareas de la casa y los cuidados se compartan equitativamente. Mientras ese día llega, seguiremos marchando cada 8 de marzo por una vida digna.