Desde 1974, se celebra el Día de la Mujer Paraguaya. Cuenta la narrativa oficial que fue instituido para recordar la primera Asamblea de Mujeres Americanas, el 24 de febrero de 1867 en la Plaza de Mayo de Asunción.
Esta misma narrativa ha sido por décadas generosa para cubrir con alabanzas, romanticismo y poesía los actos de coraje de las mujeres durante la guerra, y especialmente cuando hubo que reconstruir un país en ruinas. Esta misma narrativa; no obstante, olvida con frecuencia que las paraguayas fueron las últimas en conquistar su derecho al voto y, de hecho, tuvieron que esperar hasta el año 1961 para convertirse en ciudadanas.
Cincuenta años después de haber sido instituido como día de recordación para las mujeres paraguayas se debe reconocer que hay todavía numerosas deudas. Las mujeres en el Paraguay, de acuerdo con los datos de la Encuesta Permanente de Hogares del 2020, representan el 50,9% de la población del país; su promedio de años de estudios es de 9, 9 años, el 38,4% de las familias paraguayas tienen como jefa del hogar a mujeres. Las mujeres forman parte importante de la fuerza laboran y; sin embargo, su promedio de ingresos mensuales es mejor que el de los varones.
El Banco Mundial apuntaba en un informe que el ritmo de las reformas que apuntan a un trato igualitario de las mujeres ante la ley cayó en su nivel más bajo en los últimos 20 años, y califica como obstáculo potencial para el crecimiento económico en un periodo crucial para la economía a nivel mundial. “Los Gobiernos no se pueden dar el lujo de marginar a la mitad de su población. El hecho de que las mujeres no tengan los mismos derechos que los hombres en gran parte del mundo no solo es injusto para ellas, también es un obstáculo que menoscaba la capacidad de los países para promover el desarrollo”, agregaba dicho reporte.
Sus aportes están hoy presentes en la vida social, cultural, económica y política del país, y como es bien sabido, ha sido llamada como la más gloriosa por el papa Francisco: “Y ustedes saben que en toda América, la mujer paraguaya es la mujer más gloriosa, y no porque haya estudiado más que otras, porque esa mujer, la mujer del Paraguay, supo asumir un país derrotado por la injusticia y los intereses internacionales”.
Lamentablemente, este respeto y reconocimiento no han permeado a la sociedad toda. La realidad nos habla a diario de una situación que ni leyes ni instituciones pueden evitar: La violencia. En este sentido, bastará mencionar que en el 2023, el observatorio del Ministerio de la Mujer reportaba un total de 45 feminicidios en el país y el Ministerio Público agregaba que las denuncias por violencia familiar han tenido un aumento de un 200% en el periodo de los últimos nueve años.
Todo esto sigue sucediendo en nuestro pese a que tenemos la Ley N° 5.777 de Protección Integral a las Mujeres Contra Toda Forma de Violencia, una normativa que contempla 15 tipos de violencia por razones de género y tipifica el feminicidio. Sin embargo, pese a todo, la violencia familiar sigue siendo el segundo hecho punible más denunciado, superado apenas por los casos de robo agravado.
La física no es la única forma de violencia que se ejerce sobre las mujeres. Recordemos que precisamente el Congreso Nacional es escenario de hechos tan escandalosos como preocupantes, incluso un diputado colorado fue sancionado por sus expresiones violentas y machistas contra legisladoras y periodistas.
Nuestra democracia no será completa mientras se siga excluyendo y discriminando a la mitad de la población, mientras no tenga igual acceso a la educación, la salud, el empleo y salario dignos, participación política y una vida sin violencia.