26 dic. 2024

En el día de la Virgen

Cada 8 de diciembre, Paraguay se detiene ante la imponente devoción a la Virgen de los Milagros de Caacupé, una tradición que atraviesa generaciones y expresa, quizá como ninguna otra, la profundidad de la religiosidad popular en nuestra cultura. Este día, cientos de miles de fieles recorren caminos, sacrificios y rezos en busca de renovar su fe, agradecer o pedir.

En ese peregrinaje masivo se reflejan nuestras esperanzas, dolores y anhelos como pueblo.

Contradicciones. Sin embargo, entre los cánticos, las flores y las velas encendidas, se esconden también contradicciones que invitan a una reflexión más amplia sobre lo que realmente significa este acto de fe.

Caacupé no solo es un destino religioso, sino también un reflejo de las desigualdades que persisten en nuestro país.

Las mismas manos que hoy se unen en oración son, muchas veces, las que sufren la precariedad de la falta de acceso a salud, educación y derechos básicos.

Discursos. Familias enteras caminan descalzas por rutas peligrosas, no por penitencia, sino porque los recursos para viajar de otra forma son escasos. Mientras tanto, los discursos oficiales exaltan el fervor popular, pero olvidan mencionar las deudas sociales que el Estado aún tiene con esos mismos ciudadanos.

La devoción, aunque profundamente conmovedora, no debería anestesiarnos frente a estas realidades.

En un país donde el 24% de la población vive en pobreza, según los últimos datos, la fe no puede ser excusa para normalizar el sufrimiento.

Más bien, debería ser un catalizador para exigir cambios y construir una sociedad más justa, como lo enseña el mismo Evangelio al que tantos se aferran.

Por otro lado, Caacupé también pone en escena una identidad que nos une. La Virgen no solo es un símbolo religioso, sino también cultural.

Comunidad. En torno a ella se teje una narrativa colectiva de resistencia, esperanza y comunidad. Su figura evoca la capacidad de nuestro pueblo para unirse en las adversidades, para creer en algo más grande, para no rendirse.

Hoy, mientras el país entero mira hacia Caacupé, sería bueno preguntarnos qué significa realmente la devoción.

¿Es un acto de fe sincera o una forma de buscar consuelo frente a un sistema que nos ha fallado?

¿Estamos honrando a la Virgen solo con oraciones, o también con acciones que reflejen los valores que ella representa?

El desafío está en construir un Paraguay donde la fe y la justicia social no se contradigan, donde caminar hacia Caacupé sea una elección espiritual y no una necesidad, que la fe sea para continuar, no porque necesitamos vender pan dulce para los insumos hospitalarios.

Más que un milagro, lo que nuestro país necesita es compromiso.

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Luis Carlos Irala