Según la tradición cristiana, Marcos fue el discípulo que puso por escrito los recuerdos de Pedro sobre la vida de Jesús. En el evangelio de hoy se inicia el relato de una jornada entera del Señor. Aquel día pudo quedar especialmente grabado en la memoria de Pedro, porque transcurrió en el entorno de su propio hogar.
Según los hallazgos arqueológicos realizados en la zona, la sinagoga de Cafarnaún quedaría bastante cerca del lugar en el que se emplaza un antiquísimo culto cristiano en la antigua casa de Pedro. Es fácil imaginar la emoción del apóstol por albergar en su propia morada al Maestro, dándole cobijo, alimento y descanso.
Como todos los habitantes piadosos del lugar, el sábado por la mañana el Señor llegó junto con sus discípulos a la concurrida sinagoga. Pronto comenzó a enseñar a los presentes, quienes escuchaban admirados la predicación del nazareno. No era como la que solían escuchar de los fariseos. Aquel hombre hablaba con mucha autoridad, de forma novedosa y sorprendente.
Los oyentes de Jesús se fijarían mucho en su porte externo, sus ademanes y gestos, su manera de reaccionar espontáneamente ante los mismos sucesos que ellos vivían. Y esa forma de predicar con la propia presencia y actitud, la veían después reflejada en sus discursos.
Este hecho llamó siempre la atención de san Josemaría. Al buscar una biografía sintética de la vida de Jesús, encontró, entre otras, la que se refiere al ejemplo que daba Jesús con su actuación, otorgando autoridad a su predicación: “Coepit facere et docere —comenzó Jesús a hacer y luego a enseñar: tú y yo hemos de dar el testimonio del ejemplo, porque no podemos llevar una doble vida: no podemos enseñar lo que no practicamos. En otras palabras, hemos de enseñar lo que, por lo menos, luchamos por practicar”.
Junto a la coherencia de vida, Jesús acompañaba su predicación con una potestad que dejaba admirados a sus contemporáneos: la de expulsar espíritus inmundos. Estos demonios se dirigían a Él con descaro y cierto conocimiento de su identidad y misión, sobre las cuales, revelaban a los presentes algunas cosas sin pudor y antes de tiempo. Pero a su vez, mostraban un temor obediente ante las órdenes de Jesús.
Luego los apóstoles serían enviados a predicar y a expulsar demonios en nombre de Jesús. También los cristianos estamos llamados a colaborar con el Maestro en la tarea de la evangelización, disipando la acción de los enemigos de las almas. Lo haremos precisamente anunciando el evangelio con coherencia de vida.
El papa Francisco explicaba esta llamada apostólica así: “El Evangelio es palabra de vida: no oprime a las personas, al contrario, libera a quienes son esclavos de muchos espíritus malignos de este mundo: el espíritu de la vanidad, el apego al dinero, el orgullo, la sensualidad... El Evangelio cambia el corazón, cambia la vida, transforma las inclinaciones al mal en propósitos de bien. El Evangelio es capaz de cambiar a las personas. Por lo tanto, es tarea de los cristianos difundir por doquier la fuerza redentora, convirtiéndose en misioneros y heraldos de la Palabra de Dios”.
Atendiendo al reciente aniversario de la fundación del Opus Dei, se extractará semanalmente preguntas y respuestas para conocer mejor a esta institución de la Iglesia Católica: ¿Pueden pertenecer al Opus Dei los sacerdotes seculares? R: Los sacerdotes seculares ya incardinados en una diócesis no pueden pertenecer a la Prelatura, pero pueden formar parte de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz, asociación indisolublemente unida a la Prelatura.
Al incorporarse a la Sociedad de la Santa Cruz no ven modificada su condición diocesana: siguen perteneciendo plenamente al clero de su propia diócesis y dependiendo de su obispo, como antes. Se comprometen a buscar la santidad en el ejercicio del trabajo sacerdotal, según el espíritu del Opus Dei, y en particular se empeñan en vivir profundamente unidos al propio obispo y a los demás sacerdotes.
(Frases extractadas de https://opusdei.org/es/gospel/evangelio-cuarto-domingo-tiempo-ordinario-ciclo-b/ y https://opusdei.org/es-es/faq/)