26 dic. 2024

“En Madrid y con Roa Bastos se demostró quién era Stroessner”

JORNADAS POR LA DEMOCRACIA. Fueron tres días de análisis de la dictadura, en febrero de 1987. ACCIÓN POLÍTICA. La figura convocante fue el escritor. Actividad demandó 3 años de preparación. REACCIÓN. El Gobierno intentó desprestigiar e impedir la actividad que contó con apoyo del PSOE. IMPACTO. La prensa europea y de EEUU dieron amplio destaque a las jornadas y sus protagonistas

  • Susana Oviedo
  • soviedo@uhora.com.py

“Paraguay es hoy una república de ciudadanos sitiados. La mitad de la población ha sido corrompida y la otra mitad, domesticada”, escribía en 1986 el escritor paraguayo Augusto Roa Bastos, en el diario ABC de Madrid, en un extenso artículo titulado “El tiranosaurio del Paraguay da sus últimas boqueadas”. Buscaba visibilizar a ese país “que se ha caído del mapa”, desde donde el régimen del general Alfredo Stroessner celebraba elecciones amañadas cada 5 años, perpetuándose en el poder desde 1954, a costa de torturas, desapariciones forzadas y cero libertad. El novelista compatriota estaba embarcado en un proceso que luego se convirtió en una exitosa actividad de tres días en Madrid, en febrero de 1987, convocada para llamar la atención sobre la realidad paraguaya y discutir una salida democrática. El evento logró amplia repercusión en la prensa internacional y generó una contracampaña feroz del Gobierno paraguayo.

“Nazi por herencia y convicción, el tiranosaurio del Paraguay es el más viejo y probablemente el último de su especie”, describía premonitoriamente Roa Bastos a Stroessner, en 1986. Su esfuerzo escribiendo y concediendo entrevistas para develar el verdadero rostro del olvidado país sudamericano que vivía bajo el miedo, la delación, la represión social y política. Pero no era suficiente. Por eso se juntaron y crearon una red de voluntades coincidentes de paraguayos que se hallaban fuera del país, exiliados o no, y organizaron las denominadas Jornadas por la democracia en Paraguay, que fueron tres días de presentaciones, debates y propuestas por parte de representantes de partidos políticos del Paraguay, movimientos sociales, del campesinado, del mundo de la cultura y de los medios de comunicación. Más de 30 figuras fueron de Paraguay hasta la capital española.

Gloria Giménez Guanes fue una de las personas que articularon, impulsaron y coordinaron la organización de las jornadas, presididas por Augusto Roa Bastos. Ella está por unos días a Asunción para “cerrar ciclos”, dice. La periodista vive en Madrid, donde su residencia “era la Embajada paralela” en los 80. En esta entrevista cuenta detalles de cómo surgieron aquellas Jornadas por la democracia en Paraguay y el impacto que generó esto que denomina “la verdadera historia de la lucha contra la dictadura”. El viernes último, Gloria Giménez Guanes entregó todos los archivos que conservaba sobre las jornadas a representantes de la Mesa Memoria Histórica para ponerlas a disposición del público y, especialmente, de los jóvenes.

–¿En qué circunstancias surgió la idea de realizar las jornadas?

–Fueron muchos elementos que llevaron a que decantáramos finalmente por organizar unas jornadas sobre el Paraguay, de tres días. En esa época vivían exiliados de Uruguay, figuras como Mario Benedetti, Eduardo Galeano, con los que éramos muy amigos y cuando ganan los socialistas en el 82, en España, a nosotros se nos abre una posibilidad. Pensamos en organizar un encuentro fuera de Paraguay, porque era impensable hacerlo en el país.

Empezó a gestarse un sueño, unir al exilio interno con el exilio externo. Augusto Roa Bastos regresa a Paraguay ese año, pero lo expulsan del país. Él nunca se había involucrado directamente en una lucha frontal contra la dictadura. Cuando regresa, al exilio, me dice: “Esto no tiene arreglo, ya no volveré al Paraguay hasta que caiga la dictadura”. Fue así que pensamos en crear una plataforma como tenían en Madrid los chilenos y los uruguayos. Nuestros contactos en Paraguay eran Carlos Colombino, Alcibíades González Delvalle y otros.

Coincidimos en la necesidad de visibilizar al Paraguay.

–¿Qué hicieron al respecto?

–Hablé con mis contactos de la Agencia EFE y colegas corresponsales de medios franceses, alemanes y otros para pedirles que informaran sobre Paraguay. Iban cayendo las otras dictaduras sudamericanas y en Paraguay seguía Stroessner.

Comenzamos a reunirnos con Juan Félix Bogado Gondra, Rubén Bareiro Saguier; ellos llevaban el Acuerdo Nacional en el exilio, y con Esther Prieto, Euclides Acevedo.

–¿Aceptó Roa Bastos involucrarse, pese a que se trataría de una actividad política?

–Sí, absolutamente; él dijo animado: “Por primera vez me voy a poner al frente de una actividad en contra de Stroessner”. Sin esa posición suya no hubiéramos hecho nada. Necesitábamos una figura como la suya y la tuvimos. Estábamos decididos. El presidente Felipe González decidió apoyar nuestra propuesta y nos preguntó qué necesitábamos. Le indicamos que precisábamos traer a algunas figuras desde el Paraguay, porque ellas iban a hacer la transición.

–¿Cómo lograron que de Paraguay fueran a participar del foro políticos opositores, dirigentes sociales, artistas, etc., señalados como contestatarios por el gobierno de Stroessner?

–Cuando el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) gana las elecciones, el propio Alfonso Guerra, vicepresidente, es designado oficialmente para apoyar las jornadas, hecho que podía haber roto las relaciones con el Paraguay, cuyo Gobierno de hecho hablaba de injerencia en los asuntos internos del país.

Pero Felipe González, presidente de Gobierno, se plantó, y respondió que apoyarían a la oposición paraguaya en las figuras de Roa Bastos y Gloria Giménez. De ese modo iniciamos tres años de trabajo porque tuvimos que trasladar a Madrid todo lo que inicialmente iba a ser en París, ya que Bareiro Saguier –quien vivía en París– consiguió convencer al Gobierno francés de apoyarnos. Pero desde Paraguay operaron vía diplomática para disuadir a los franceses de que no lo hicieran. Así que empezamos a tomar contacto con los países que podían hacerles la contra a los que Stroessner pagaba para mantener a Paraguay fuera de la mirada internacional.

Debí viajar a Nueva York, Suecia, para recabar la ayuda que pudiera apoyar al PSOE que terminó poniendo todo. Cuando ya teníamos estructurado el proyecto de las jornadas, viajó a Asunción una mujer llamada María Elena Flores, secretaria de Relaciones Internacionales del PSOE, se entrevistó con Conrado Pappalardo, mano derecha de Stroessner.

Este le reclamó por qué “estaban dando refugio a los comunistas que desestabilizan el gobierno de Stroessner”.

Ella aclaró que solo iban a apoyar a una plataforma que hará los cambios que se pueden dar en el futuro, como se ha dado en Argentina, Chile. Entregó la lista de 32 invitados, entre políticos, dirigentes sociales, artistas y referentes de la lucha por los derechos humanos para pedir que le permitieran viajar a Madrid.

–¿Y le convenció?

–Bueno, aclaró que la reunión que se preparaba era para que cada sector del país entienda que, más tarde o más temprano, tendrían el protagonismo de su propia historia. Además, le dijo que el rey Juan Carlos y el gobierno de Felipe González apoyaban la actividad. Dejó esa lista de 32 invitados. Además de ellos, fueron invitados exiliados, ya que las jornadas reunieron a más de 60 paraguayos en la capital española. Invitamos a todos los exiliados de distintos partidos, incluso del Mopoco (sector colorado), que se encontraban en Europa.

–¿Humberto Rubin estaba en esa lista?

–Sí, y cuando ya estaban todos prestos para abordar el avión, incluyendo Humberto, por orden del ministro del Interior, Montanaro (Sabino), le impidieron viajar, secuestrándoles el pasaporte. Tampoco pudieron hacerlo Carlos Filizzola ni Héctor Lacognata, que entonces encabezaban la lucha contra la dictadura desde el Hospital de Clínicas. A muchos los detuvieron a la vuelta, pero luego les dejaron en libertad.

–¿Roa dio el discurso de apertura?

–Lo hizo Alfonso Guerra. Después, Augusto Roa Bastos. Y en el último día de las jornadas, me tocó leer el Manifiesto de Madrid, que resumió la ambición que tenía nuestro encuentro. Hablaron todos los paraguayos que viajaron desde el país. Carlos Colombino llevó cinco cuadros de su autoría con la temática de una sociedad amordazada.

Las jornadas contaron con la presencia de Mercedes Sosa, quien se encontraba en España y al enterarse de la reunión, se sumó. Cantó. Todos lloramos.

–¿Consiguieron llamar la atención de los medios de comunicación?

–De todos, Televisión Española cubrió los tres días. ABC de Madrid le dio portada. Antes de esta actividad, ya habíamos conseguido que algunos medios se interesaran sobre la situación de la dictadura en Paraguay. Pero también New York Times, la agencia Efe, Le Monde, etc., publicaron sobre las jornadas.

Para que los EEUU no pensara que ese era un contubernio “judeo-masónico-comunista”, como lo había calificado el régimen, aprovechamos una invitación del Departamento de Estado de los Estados Unidos. Allí me entrevisté con congresistas y senadores sobre la realidad del Paraguay y con la secretaria de Estado para América Latina, quien a mitad de mi exposición sobre las jornadas que estábamos preparando para la democracia en Paraguay, me dice: “¿Y el partido blanco?”. Confundió nuestro país con el Uruguay. Le deletreé P-a-r-a-g-u-a-y, y la dejé con la palabra en la boca. Era para llorar… Antes, me preguntó si Augusto Roa Bastos era comunista. Le respondí: “¿Cree que yo estaría hablando con usted si Roa Bastos fuera comunista?”.

Estados Unidos no ayudó, pero tampoco interfirió en la realización de las jornadas.

–¿Qué impacto tuvo en Paraguay el emprendimiento?

–Una campaña mediática canalizada por Radio Nacional y el Diario Patria con titulares que buscaron desacreditar, minimizar y burlarse de todos nosotros. Dentro del país no generó manifestaciones ni otras acciones porque la gente se moría de miedo. Acá la gente no hablaba, por temor a las delaciones, a las detenciones ilegales, a la tortura, a las desapariciones que estaban al orden del día.

Internacionalmente, a partir de allí, empezamos a estar en cientos de congresos en distintos países. Sin imaginarnos que dos años después, el dictador caería.

A Augusto o a mí nos invitaron a dar conferencias. El trabajo no quedó allí.

Quisimos crear una plataforma democrática como tenían los chilenos y los uruguayos, sobre una unidad programática y solidaria en la acción para conformar la unión antidictatorial y democrática, y optar por transición pacífica. No lo logramos.

–¿Por qué?

–Porque nuestros políticos no se pusieron de acuerdo y porque la sociedad no cambió. Aquí actuó parte de una sociedad cómplice, entre ella, las grandes fortunas que no querían perder sus prebendas y privilegios.

El pueblo que no tiene memoria histórica repite sus mismos errores. En Paraguay no estaban preparados y los que sí lo estaban, no tenían ninguna opción.

Esa sociedad se estancó, se asustó.

La cuota de responsabilidad en la sociedad paraguaya es muy grande, ya ha pasado tanto tiempo y no se visibiliza un cambio. La satrapía que heredemos del stronismo nunca se modificó. La dictadura echó raíces muy profundas y difíciles de cortar.

Tras regresar a un nuevo exilio, en 1982, expulsado, Roa Bastos dijo que no regresaría al Paraguay, sino hasta caer la dictadura.

El propio Alfonso Guerra, vicepresidente, es designado oficialmente para apoyar las jornadas sobre Paraguay.

Cuando estaba por abordar el avión, a Humberto Rubin le impidieron viajar, secuestrándole el pasaporte.

La secretaria de Estado para América Latina (EEUU) me preguntó si Roa Bastos era comunista y confundió nuestro país con el Uruguay.

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