En la capital, tomada en 2014 por los rebeldes hutíes, un empleado abre una puerta para lanzar un asno muerto a 31 leones hambrientos. Cuatro fieras ya murieron de hambre en 2017, cuenta a la AFP su guardián, Amin al Majdi.
“Nos enfrentamos a una subida del precio de los burros”, explica. “Antes matábamos tres o cuatro burros (por día) para nuestros seis leones, pero ahora, que son 31, nos vemos obligados a matar entre 10 y 12".
Al igual que el resto del país, donde la guerra -que comenzó en 2015- provocó la crisis humanitaria más grave del mundo y empujó a la población al borde de la hambruna según ONU, el zoológico de Saná apenas puede proporcionar alimentos suficientes a sus 1.159 animales.
Entre estos últimos, dos leopardos árabes, una especie amenazada, a menudo se acuestan con el estómago vacío, como las decenas de monos que sobreviven recogiendo restos de comida arrojados por los visitantes.
Sin embargo, el zoológico de la capital está en mejores condiciones que los de Taez (suroeste) e Ibb (centro), afirma Kim Michelle Broderick, fundadora de One World Actors Animal Rescues (Owap), una oenegé con sede en Francia que recauda fondos para los zoológicos yemenitas.
En Ibb, los animales no son “alimentados en absoluto”, denuncia. Y sea cual sea el zoológico, “las jaulas son minúsculas y los animales sufren traumas crónicos”.
La Owap es una de las pocas organizaciones internacionales de defensa de la causa animal que interviene en Yemen, donde les distribuye raciones de alimentos de urgencia y agua, pero también presta asistencia veterinaria a los caballos, los animales de granja y los animales abandonados.