Salvando las distancias, se podría decir que la agenda mediática vivió una suerte de semana rusa, como tantas, con episodios de toda laya.
Inicialmente, la mirada social se concentró sobre Juan Ernesto Villamayor, hombre del primer anillo del presidente de la República. Fue objeto del escrache ciudadano, en repudio a su conducta escasamente transparente en el manejo del poder. Esto creó un efecto dominó que motivó la redacción de un peripatético comunicado por parte del Ministerio de la Mujer en defensa de las señoras (supuestamente violentadas) que acompañaron al jefe de Gabinete en la no tan romántica velada de la víspera de San Valentín, que terminó a los golpes y donde Villamayor fue vilipendiado y denigrado de todas formas.
El texto del citado ministerio desató de nuevo otro rechazo popular que desencadenó en la renuncia de la viceministra de la Mujer, Liliana Zayas. Ella manifestó su desacuerdo en postergar a tantas mujeres maltratadas y víctimas de violencia en favor de otras vinculadas al poder. En pocas palabras, no aceptó la “bajada de línea” ni aguantó la “adulonería barata”.
Mientras esto sucedía, otros episodios ocuparon los titulares. Escuelas en mal estado, pese al inminente inicio de las clases, además de un intenso debate entre la presencialidad y la virtualidad, así como la gestión de los grupos burbuja de la comunidad educativa.
Otras tapas fueron para el gigantesco motín en Tacumbú –la principal penitenciaría–, que reveló una sangrienta lucha de clanes criminales que manejan el presidio. La gresca tuvo un saldo fatal de siete reclusos, de los cuales solo dos tenían condena y el resto estaba procesado. Eso sin contar que solo el 29% de la población penitenciaria posee condena y el 71% restante sigue bajo reclusión sin condena alguna.
Paralelamente, se cocinaba la designación de César Diesel como nuevo presidente de la Corte Suprema de Justicia con un fuerte tufo de presión político-partidaria, y por su lado, el político opositor Efraín Alegre fue liberado tras fuertes cuestionamientos de lo que sería una arbitraria reclusión que responde a una Fiscalía secuestrada por el antiguo gobernante de la República.
Por otra parte, la tan esperada carga de 4.000 vacunas (rusas, pero no como la ensalada) finalmente llega en medio de una criticada y pésima burocracia estatal, la cual bloquea al sector privado la gestión de este aspecto y sin finalmente solucionar el problema de raíz. Para colmos, sube el combustible en el marco de una economía que aún sigue frágil y recuperándose de los efectos del endémico y pandémico 2020.
Ante este panorama semanal no tan grato, solo me resta oír la tan anhelada frase de “por salud mental ya no leo nada (los periódicos) y solo leo la Biblia”, acuñada por Marito, en busca de una solución mágica a todos los problemas. También ansío escuchar su genial parafraseo del “solo sé que no sé nada”, un antiquísimo adagio atribuido al célebre filósofo griego Sócrates, reinventado magistralmente en lengua vernácula: “Moõ piko che aikuaáta”.
Sepa, señor presidente, por si no sabía o no leyó nada, que su gestión no es de las mejores y no goza del merecido crédito social y político. No se queje del escrache si no tomó las medidas a tiempo. Me gustaría que viva esa montaña rusa de desilusión e impotencia en la que viven miles de paraguayos en la búsqueda de una comida, un techo y un trabajo digno.