El marketing de pedir cédulas de identidad en los autobuses no convence a nadie. Hay más de 70 mil órdenes de captura emitidas y nunca hecho efectivas. Mientras los policías hacen los controles, en las calles se suceden los asaltos y el temor de la gente sube de nivel. El ministro del Interior es incapaz, como todos los anteriores titulares, de emprender una lucha contra la delincuencia interna y externa, ya que en cualquier momento su titular retornará al Senado. Eso no ocurre todavía solo porque el suplente Nano Galaverna no quiere volver al Tacuaral y perderse los conciliábulos del quincho.
Entrampados de nuevo incluso para mover piezas que no funcionan, el Ejecutivo está absolutamente perdido e incapaz de hacer frente a la complejidad de gobernar que supera en mucho la constante humillación a la que es sometido por Cartes. También cuando intenta moverse lo arañan los caraguatá.
Nos pasa incluso con la tremenda ventaja que supone tener hidroenergía en abundancia, pero incapaz, por lo menos, de desarrollar tranvías eléctricos y a trenes fracasados de nuevo como el de cercanías, antes una crisis del transporte público en la que el viceministro afirma, suelto de cuerpo, que con suerte podríamos tener una solución dentro de 3 años.
En educación, el debate es entre la vaselina de Lizarella, las escuelas que se caen, la curricula desfasada y la mediocridad de los maestros. Estamos entrampados en discutir cosas irrelevantes a las que la senadora Valiente le quiere dar estatus ético moral cuando no puede en ese campo ni con su marido. No digamos más con nuestros representantes que se otorgan privilegios de jubilación por 10 años de ejercicio del cargo y donde uno del zoológico de Payo Cubas nos abofetea con la realidad de su comportamiento.
Estamos metidos en una gran trampa de la que nos cuesta salir porque no asumimos el costo que supone al cuerpo social y a la República. Nos asustamos de los accidentes de tránsito por rutas mal diseñadas y por abusos sexuales en nuestros propios hogares, pero somos incapaces de premiar o de castigar a sus responsables. La situación nos ha hecho a todos cómplices y, con ello, han ganado los corruptos.
Requerimos de un gran jetyvyro (sacudida) y una verdadera dimensión del costo que todo esto supone en nuestras vidas y de los seres queridos. La corrupción nos mata y la trampa de hacernos parte de ella acabará como las ciénagas chupándonos a todos en el pantano del fracaso colectivo.