Enero de 2005, Escuela de Formación de Suboficiales de la Armada (Efsoa). Un señor de cincuenta y tantos años se acerca hasta la portería para pedir que le entreguen un dentífrico y medicamentos a su hijo, quien estaba cursando los primeros días del Cimefor Naval. Tras un “atiéndanle ustedes y arréglenle, porque es un arruinado mi hijo”, se marchó.
Trece años pasaron y esa escena recobra nitidez después del intenso debate que generaron los comentarios de Mario Abdo Benítez acerca del servicio militar obligatorio (SMO). Muchas personas creen que el cuartel será la solución a todos los males de los jóvenes de hoy, lo que no es verdad. Tampoco es la causa. Pero, al igual que el padre de mi camarada, varios progenitores piensan que es más fácil delegar las responsabilidades de la casa a otras instituciones.
Particularmente, me desagradan los extremos. En estos días hubo comentarios radicales de los que están a favor del SMO y de los que están en contra, siendo que hay demasiados términos medios y puntos grises. Nada es absoluto y jamás se puede generalizar.
Mi experiencia en el Cimefor de la Armada fue excelente. Durante los tres años que realicé el servicio pude aprehender el significado de espíritu de cuerpo, sacrificio, camaradería (conocí personas de todos los estratos sociales y puntos geográficos) e intenté perfeccionar el respeto, el orden, la disciplina, la paciencia, la responsabilidad y la puntualidad, valores que ya me inculcaron en el hogar.
Pero mis vivencias nunca pueden ser equiparadas a las de los demás. Muchos ciudadanos sufrieron, fueron obligados, la pasaron mal y no sacaron nada de provecho. Eso no se puede soslayar. Tal vez mi estadía fue positiva porque mi enrolamiento fue voluntario, dado que sentía que debía hacer ese servicio, más que nada en honor a mi abuelo, quien sirvió en la Guerra del Chaco a bordo de los cañoneros. Sin embargo, es válido que otras personas no abriguen ese llamado.
Por ende, plantear un SMO en las condiciones actuales es anacrónico. Sobre todo, si se piensa hacer lo mismo que se viene ejecutando hace añares. El servicio necesita ser modernizado, acorde con nuestros tiempos. Tiene que ser funcional, profesional y siempre optativo. Sería excelente enseñar oficios prácticos y complementar la educación que se recibe en la familia y en las aulas, no pretender suplirla.
El servicio social o civil también debe ponerse sobre el tapete, pero pensando en el pragmatismo, no en el mero capricho de llenar un vacío que el deficiente Estado no logra. Ese no es el camino.
paradigma. Si los gobernantes de turno quieren ganar simpatía de parte de la ciudadanía e inflar el pecho de patriotismo, no basta con el SMO. Muchos jóvenes hoy ya hacen patria al sacar adelante sus emprendimientos, con nulo apoyo estatal. Generan empleo y riqueza. Por el otro lado, el Estado todavía invierte menos del 1% del PIB en ciencia e innovación, aún no se llega al 7% en educación, las escuelas colapsan y los hospitales carecen de recursos vitales. La gente está muriendo por falta de camas.
Las FFAA son necesarias, sí, porque una nación debe estar preparada para la defensa. Pero sería bueno que esa defensa también se vea en las esferas más altas, que se combatan la corrupción; la repartija del dinero público; y que se garanticen los servicios básicos para la población. Solo así, un voluntariado militar o civil podrá despertar adhesión.