Si se trazara una línea del tiempo, la era Horacio Cartes abarcaría de 2013 a 2018, porque en esos años gobernó a Paraguay. Pero, fenecido su mandato, no dejó de tener protagonismo en los siguientes años en la historia del país.
Los hechos más recientes de la política local hablan por sí solos. El nombre de Horacio Cartes sigue más vigente que nunca en el escenario nacional luego de que terminó su mandato como presidente de la República y que ya pasaron dos periodos presidenciales.
Tuvo influencia en el gobierno de Mario Abdo Benítez, a quien incluso llegaron a llamarle su “prisionero”.
Bajo la presidencial actual de Santiago Peña adquirió una mayor relevancia, porque el cartismo regresó al Poder y de inmediato acaparó el Congreso Nacional y los órganos extrapoder, responsables de lo concerniente a la Justicia, como así también el propio Partido Colorado.
Esta es la era pos-Cartes, pero no sin él.
Al contrario, sino con el propio Horacio Cartes como protagonista, por sus influencias tanto en la era de Mario Abdo como en la era Peña.
Muestra de ello son situaciones donde ninguno de los dos pudo mantenerse en sus propias decisiones.
En el caso de Mario Abdo Benítez se vio mucho esto en los cambios sin justificación de ministros que eran leales a él.
En cuanto a Santiago Peña, un ejemplo, fueron sus reveses de posturas en cuestiones claves.
Por ejemplo, días pasados su gobierno reculó de una idea de proyecto denominado “hambre cero en las escuelas”, el cual se anunció con bombos y platillos que se iba a plantear desde el Ejecutivo, con el objetivo de centralizar los fondos del almuerzo escolar.
Aparentemente, no hubo previo consenso al respecto en el comando del Movimiento Honor Colorado, liderado por Cartes, por lo que ahora los proyectistas están en un dilema. Ver cómo hacer para presentar una nueva versión con el acuerdo de todo el cartismo.
Algo similar ocurrió cuando Santiago Peña asumió recién la presidencia con el proyecto de derogación del convenio de la Unión Europea, cuya crisis inició el propio cartismo en las internas coloradas. Luego, ellos mismo tuvieron que encontrarle una salida.
Primero, el Ejecutivo habló de una adenda para salvar el caso, pero el Congreso Nacional acabó sepultando la propuesta.
Casi al mismo estilo fue resuelto el caso de los ocupantes vip, que por iniciativa del senador cartista Basilio Bachi Núñez pretendía despojar por ley de sus tierras al Ministerio de Defensa en Villa Hayes.
El proyecto ya había sido sancionado por el Congreso Nacional y cuando llegó a manos del presidente de la República, fue vetado “a pedido” del proyectista tras el escándalo que desató el caso.
Peña todavía no llegó ni a medio año de gobierno y la imagen que mostró desde sus inicios, también es de una ausencia de liderazgo, que sería el denominador común de la era pos-Cartes.
Más allá de las características que se puedan esbozar de dicha era, también habría que comenzar a mirar cómo afecta esta coyuntura a la figura del Ejecutivo, que es el “cerebro” del Estado, “que da movimiento a todas las partes”, según Jean-Jacques Rousseau.
El pensador suizo llamó al Legislativo el “corazón”, explicando en su misma obra que el Estado subsiste por el Poder Ejecutivo, que encabeza un gobernante, y no por las leyes, que se producen en el Poder Legislativo.
El presidente de la República es elegido para actuar, resolver y decidir en representación de todo un país y tiene que saber cómo manejar las confrontaciones para proteger a las instituciones del peor de todos de los males: la corrupción.