Diez años después, desayunando en un hotel de Byron Bay, en Australia, le preguntó al hombre que estaba a su lado si era fotógrafo y si alguna vez había tomado fotos de niños en un parque parisino. El hombre, sorprendido, no solo dijo le dio la razón sino que, además, le mostró un portafolio con algunas de las fotos que Georgie le había visto tomar en París una década antes.
Coincidencias como estas pasarían desapercibidas para cualquiera de nosotros, pero Georgie es una superreconocedora, un selecto club de personas (el dos por ciento de la población mundial) con una capacidad extraordinaria para memorizar y recordar rostros, aunque sea en situaciones insólitas y fugaces y, con frecuencia, muchos años atrás.
Hoy, sicólogos del Laboratorio de Psicología Forense de la Universidad de Wisconsin en Sydney afirman en un estudio publicado en la revista Plos One que el Test de Rostros diseñado en su centro (el UNSW) y utilizado desde 2017 para identificar a este tipo de personas, es la mejor herramienta para clasificar a los reconocedores en buenos, muy buenos y excepcionales.
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La investigación, liderada por los doctores James Dunn, David White y Alice Towler, sostiene que la prueba facial UNSW permite clasificar las capacidades de los superreconocedores con mucha precisión, especialmente si se combina con otras pruebas de reconocimiento facial como la GFMT de Glasgow (GFMT) y la CFMT de Cambridge.
El test UNSW fue diseñado para ser “excepcionalmente desafiante” y, como resultado, los que se someten a ella suelen obtener puntuaciones que les sitúan en el extremo inferior de la escala, mientras que otras pruebas posicionan a esos mismos candidatos a lo largo de toda la escala de medición.
De hecho, de las 31.000 personas que han hecho el test UNSW desde 2017, nadie ha obtenido nunca una puntuación del 100% y solo una obtuvo un 97%, lo que significa que la persona con las mejores habilidades de reconocimiento facial del mundo aún no ha aparecido.
“Cuando la gente hace la prueba facial UNSW, descubre que es realmente difícil, porque la mayoría obtiene una puntuación de entre el 50 y el 60 por ciento”, explica Dunn.
Sin embargo, cuando los superreconocedores hacen las pruebas faciales tradicionales, llegan al 100%, lo que impide diferenciar con certeza entre “lo muy bueno y lo excepcional”, lamenta.
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El estudio explica también que, aunque durante años se creyó que las habilidades superiores de reconocimiento facial podían enseñarse a quienes trabajaban en los organismos de policía y de seguridad para ayudarles a hacer juicios más precisos sobre la identidad de una persona, los investigadores han visto que estas aptitudes no pueden ser aprendidas.
El estudio sostiene que estas habilidades extremas están codificadas en nuestro ADN, y solo una proporción muy pequeña de personas tienen la disposición genética para desarrollarlas.
“Lo que hemos encontrado es que el reconocimiento facial varía naturalmente, como el coeficiente intelectual. Y al igual que el CI, parece que una gran proporción de esa variación está determinada genéticamente”, indica Dunn.
Los científicos de la UNSW están interesados en los superreconocedores porque desvelar cómo procesan los rostros estas excepcionales personas servirá para decodificar lo que ocurre en el cerebro cuando vemos tanto rostros familiares como desconocidos.
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Además, los gobiernos y las organizaciones comerciales buscan cada vez más personas con capacidades superiores de reconocimiento facial.
“Estamos empezando a ver industrias que buscan dentro y fuera de sus organizaciones superreconocidos para trabajar en funciones especializadas de identificación de rostros”, asegura Dunn.
“Esto puede incluir a la policía, pero también puede a organismos gubernamentales y comerciales como inmigración, agencias de inteligencia, agencias de seguridad, instituciones financieras, incluso casinos”, agregó.