Pensando en el futuro del país, es imperioso que el proyecto de alimentación escolar tenga óptimos resultados. Es esencial que el programa sea eficiente, que no tenga reparos y que no se mezcle la politiquería barata o el favoritismo en desmedro de la calidad de los insumos distribuidos en las escuelas. Una buena nutrición en la etapa escolar fortalece el cerebro y el cuerpo, mejora el rendimiento educativo y la cognición. Si se brinda miseria, se agudizarán las deficiencias en desarrollo humano.
El programa Hambre Cero es fundamental que sea eficiente, atendiendo a que una buena alimentación es esencial para el crecimiento integral de los niños y principalmente en lo cognitivo, ya que un chico con buena nutrición también tendrá mejores posibilidades de aprendizaje, con una actitud y predisposición diferentes al que no accede a aquella.
Está comprobado principalmente en los hogares donde la alimentación es escasa, por no decir nula, que los padres envían a sus hijos a las escuelas especialmente por esa ración de comida. Esa es su única oportunidad, por lo cual este tipo de programas considerados esenciales para muchas familias debe ser altamente efectivo. No debe tener reparos teniendo en cuenta las grandes necesidades en las familias humildes.
En el arranque del proyecto, líderes indígenas de varias comunidades y docentes de Presidente Hayes denunciaron las malas condiciones de los alimentos enviados a las escuelas y la cantidad insuficiente para distribuir entre los alumnos.
Las imágenes que compartieron los diferentes denunciantes muestran frutas y verduras, entre otras, que no son aptas para el consumo.
La ejecución del plan de alimentación escolar comenzó el lunes pasado en 2.600 escuelas de las 8.648 instituciones educativas del Estado. La primera etapa del plan abarca a 90 distritos, con 450.000 alumnos. Desde febrero la cobertura abarcará a los 173 distritos que no reciben este año los beneficios del programa.
Si no se cambian las deficiencias en la provisión de los alimentos y asistencia integral a los escolares, si no se perfecciona el programa, estamos exponiendo al Paraguay a su propia inoperancia futura. Este no es cualquier plan gubernamental, debe ser emblemático, alejado de cualquier tipo de especulación barata y favoritismo hacía proveedores que no presten la debida calidad alimenticia a los niños.
En este contexto, la intervención de Salud se muestra interesante, ya que algunas acciones en el programa, que esperemos se sostengan en el tiempo, son el cepillado correcto de los dientes, lavado de manos, instalación de cantinas saludables, la vigilancia alimentaria para medir talla y peso (así controlar el avance) y la provisión de agua potable a más de 400 escuelas.
Unicef señala que la alimentación en la etapa escolar es sumamente importante, ya que aporta los nutrientes necesarios para crecer, condiciona la salud y tiene impacto sobre el desarrollo del cerebro y el rendimiento escolar.
También menciona que después de la primera infancia, la niñez media y la adolescencia, el período comprendido entre los 5 y los 19 años, es una segunda oportunidad para el desarrollo físico y psicosocial y el establecimiento de hábitos alimenticios y de estilo de vida para la edad adulta. Alimentar bien a los niños durante este periodo propicia el desarrollo del cuerpo y el cerebro, y contribuye; por ende, a mejorar la escolarización, el rendimiento escolar y capacidades cognitivas. Agrega que las dietas nutritivas también permiten que algunos niños y adolescentes experimenten un crecimiento acelerado si se registró algún retraso en la primera infancia.
Por tal motivo todos deseamos que Hambre Cero tenga un resultado eficaz porque está en juego el futuro de los niños y consecuentemente de la nación. Si se brinda miseria y no se cumple el objetivo deseado, en el futuro, se agudizarán las deficiencias en desarrollo humano.
Así las cosas, es imperioso que este plan tenga éxito y que no se mezcle con la politiquería barata y los amiguismos. Que se tenga en cuenta siempre la calidad y la eficiencia. El país lo requiere.