Roberto Irrazábal
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El analista de política internacional Jorge Daniel Codas Thompson analiza, en entrevista con ÚH, el panorama geopolítico mundial con el ascenso de Donald Trump, en su segundo mandato como presidente de los EEUU.
– ¿Qué panorama ofrece al Paraguay la asunción de Donald Trump en EEUU?
–Partiendo de la premisa de que históricamente nuestra región no es importante para los Estados Unidos, la colaboración respecto a la lucha contra el narcotráfico, el terrorismo y el crimen organizado son temas en los que pueden establecerse agendas en común. En este sentido, es de importancia estratégica superar el impasse con la DEA y lograr un nuevo acuerdo. Asimismo, la lucha contra el terrorismo tiene el potencial de acercar las relaciones bilaterales. Del mismo modo, el fuerte apoyo que Paraguay brinda a Israel y Taiwán son también temas de la agenda bilateral. Estos puntos, si se manejan con habilidad en lo diplomático, pueden valernos la exención de aranceles aduaneros a nuestros productos. Del mismo modo, al presentarnos como aliados de estas características, podemos reforzar el apoyo de nuestro canciller para asumir el cargo de secretario general de la OEA.
–¿Cómo ve los discursos de Trump sobre anexar Canadá, Groenlandia y el Canal de Panamá?
–Estos discursos han generado gran preocupación, tanto en el Hemisferio Occidental como en Europa. Con el presidente Trump es siempre difícil discernir si esto es una amenaza real o solo una estrategia para conseguir lo que se propone en una mesa de negociaciones. Existe en psicología de la toma de decisiones el concepto de anclaje. Por ejemplo, si alguien está vendiendo un bien y lo pone a precio muy caro, todo “descuento” que haga del mismo le parecerá muy positivo al comprador. Eso es el anclaje. Lo que hace Trump es similar: Amenaza con el uso de la fuerza y luego llega a su objetivo haciendo “concesiones” al adversario.
–¿Cuál le parece el caso más preocupante?
–De los tres casos mencionados, el más preocupante es el de Panamá, que no se muestra dispuesta a negociar su soberanía, a pesar de las amenazas de Trump. De nuevo, no sabemos si el negarse a decir que no utilizará la fuerza militar para recuperar el canal es una posición de principios o una estrategia de negociación. Más grave aún, en teoría un ataque a Panamá activaría el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR), que implica que todos los países americanos que firmaron el tratado deberían ir en defensa de Panamá, algo que lógicamente no sucederá, pero que dejará precisamente en ridículo a los países de la región, por su manifiesta incapacidad de honrar el acuerdo. En todo caso, es posible que Trump simplemente quiera negociar tarifas de uso del canal más bajas para sus buques, sobre todo para la Marina.
–¿Por qué la amenaza a un país aliado como Canadá?
–En el caso de Canadá, Trump se ha restringido a amenazar con medidas coercitivas en lo económico, sobre todo la imposición de aranceles aduaneros. Más allá de plantear a Canadá que se convierta en el estado 51 de Estados Unidos, aún no sabiendo hoy si lo dice en serio, Trump pretende forzar a las empresas industriales canadienses a instalarse en suelo estadounidense, beneficiándose de tasas impositivas menores y evitando aranceles aduaneros.
–¿Qué interés político tiene EEUU en Groenlandia?
–Con relación a incorporar Groenlandia a territorio estadounidense, Trump ya había expresado interés en esta posibilidad, pero no tuvo buena acogida en Groenlandia y en Dinamarca (país al que pertenece Groenlandia como terrotorio autónomo). El deseo de los gobernantes de Estados Unidos de anexar a Groenlandia no es nuevo. En 1867, después de pagar 7 millones de dólares al Imperio Ruso por Alaska, el presidente Andrew Johnson lo consideró, como lo hizo el presidente William Howard Taft, en 1910. El primer acercamiento para comprar un territorio danés vino hacia el final de la Primera Guerra Mundial, cuando Estados Unidos le compró al Reino de Dinamarca las Islas Vírgenes (hoy llamadas estadounidenses) por 25 millones de dólares. Durante la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos invadió Groenlandia después que la Alemania nazi conquistara Dinamarca.
–¿Quiso comprar EEUU Groenlandia, así como compró Alaska a Rusia?
–En 1946, el presidente Harry Truman hizo una oferta de 100 millones de dólares por Groenlandia a Dinamarca, que no aceptó la propuesta. Ya desde 1951, con el Tratado de Defensa sobre Groenlandia firmado entre Estados Unidos y Dinamarca, las Fuerzas Armadas estadounidenses han conservado una base de alerta temprana de misiles volando desde Oriente. Otro punto relevante sobre Groenlandia es que Dinamarca le confirió en 2009 la potestad para declarar su independencia, que tiene una cantidad importante de adeptos entre los 57.000 pobladores groenlandeses. En este momento, Dinamarca se limita a manejar las relaciones exteriores y la defensa de Groenlandia, además de enviar subsidios significativos cada año a la isla.
–¿Qué pasaría si EEUU invade este territorio?
–Un punto muy complejo de manejar es si Estados Unidos hiciera uso de la fuerza para anexionar Groenlandia, en teoría se activaría el Artículo 47, Inciso 2 del Tratado de la Unión Europea, que implica la defensa conjunta de todos los países de la Unión contra el atacante, situación por demás irónica, ya que casi los mismos países son aliados de Estados Unidos en la OTAN. Siendo este el caso, existen formas legales para que Estados Unidos pueda incorporar a Groenlandia, sea como parte de su esfera de influencia tanto como posible estado 51 de la Unión. Básicamente, Groenlandia declararía su independencia y podría a posteriori negociar algún acuerdo con Estados Unidos para su protección militar y su desarrollo económico.
–¿Cuál es el interés económico?
–Precisamente, respecto a lo económico, Washington está interesado en las reservas de petróleo y minerales críticos (utilizados para productos de alta tecnología o para fabricar armas avanzadas), así como en los yacimientos de uranio. Al margen de estos productos, a Estados Unidos le interesa el control del territorio ártico ante un ataque de China o Rusia, así como el control de las nuevas rutas marítimas que se están abriendo por el deshielo ártico.
–¿Cómo ve esta nueva polarización en el mundo?
–Existe en el mundo actual un retroceso de la globalización, que comprendió procesos de integración a diversos bloques políticos y económicos, así como al progresivo avance hacia el libre comercio. Vuelve un mundo que tiende a la fragmentación, y en consecuencia la política de grandes potencias, cuya conducta está basada en el realismo político (preeminencia del Estado por sobre el sistema internacional, vuelta a los juegos de suma cero (si aguien gana, el otro pierde) en materia de comercio internacional, y preeminencia de la geopolítica y la seguridad nacional por sobre la economía y la seguridad colectiva.
–¿Estamos regresando a la lógica del colonialismo?
–No creo que retrocedamos hacia el colonialismo tradicional, pero si estaríamos en presencia de un sistema político pentapolar, con dos superpotencias (Estados Unidos y China) y otras tres potencias medianas (Rusia, Gran Bretaña y Francia), con la posibilidad de que India constituya en breve un sexto polo. Posiblemente los polos representados por potencias medianas se alíen a una de las dos superpotencias, y volvamos a una Guerra Fría como la experimentada en el siglo XX.
–¿Cuál es la mirada de los EEUU hacia China?
–Además de este proceso en marcha, el vertiginoso ascenso de China Popular en las últimas décadas implica el riesgo de ocurrencia de la llamada “Trampa de Tucídides”. Tucídides, considerado el padre de las relaciones internacionales, describe en su libro “Historia de las Guerras del Peloponeso” la causa principal de la guerra: El miedo que generaba a Esparta el ascenso de Atenas. Los Estados Unidos podrían, en teoría, provocar un conflicto armado con China, con el objetivo de frenar su ascenso.
–¿Cómo queda el derecho internacional?
–Ante todos estos acontecimientos, el derecho internacional quedará probablemente relegado a un segundo plano, pues el sistema internacional no tiene mecanismos para castigar las violaciones a los derechos humanos o crímenes de guerra, que en general ocurren en cualquier sistema basado en el realismo político. En particular, es extremadamente difícil sancionar a gobernantes de países poderosos por exhibir una conducta antijurídica en el campo internacional.
– ¿Cómo ve el tablero geopolítico y el rol de Paraguay en la puja actual?
–Paraguay está alineado con Estados Unidos y la Unión Europea, y esto difícilmente cambie. Dado que Rusia y China están desafiando a Occidente, esta es la posición más ventajosa para el Paraguay. De todos modos, el Gobierno paraguayo podría, con criterio estratégico, obtener ciertas ventajas económicas, como la exoneración de los aranceles aduaneros que probablemente se implementen en las próximas semanas, a cambio de mantener su apoyo a Taiwán e Israel.
– ¿Considera un problema de la política exterior nacional la situación particular de Horacio Cartes y las sanciones que pesan sobre él desde los EEUU?
–No lo considero un problema para la política exterior propiamente, más allá de que el Gobierno realice gestiones tendientes al levantamiento de las sanciones a Horacio Cartes y otros conciudadanos. De hecho, la Oficina de Control de Activos en el Extranjero (OFAC, por sus siglas en inglés), es dependiente del Departamento del Tesoro de los Estados Unidos, y no del Departamento de Estado, y es la que desarrolla e implementa las sanciones que administra contra personas y entidades extranjeras. La OFAC tiene un mecanismo para que una persona o entidad sancionada pueda solicitar el levantamiento de las sanciones, debiendo presentar pruebas de que los eventos o hechos que motivaron las mismas ya no existen. Las personas o entidades sancionadas reciben además lo que se conoce como ”documento de cortesía”, en el cual se proveen más detalles respecto a los motivos de las sanciones. La solicitud de levantamiento de las sanciones no tiene un número límite. Los sancionados pueden solicitar el levantamiento de las mismas las veces que lo deseen. Más allá de este mecanismo, el propio vocero del Gobierno paraguayo ha manifestado que la gestión de levantamiento de las sanciones debían hacerla los sancionados, no el Gobierno.
– ¿Cómo ve la postura de Donald Trump hacia países latinoamericanos no alineados a ellos, como Brasil, Colombia y otros?
–El propio Trump ya ha manifestado que, en líneas generales, considera que Latinoamérica necesita más a Estados Unidos que Estados Unidos a Latinoamérica. Esto no debe sorprender. Con la excepción de la Política del Buen Vecino, de Franklin D. Roosevelt, entre 1933 y 1945, Washington nunca ha prestado mucha atención a América Latina y, cuando lo ha hecho, ha sido en detrimento de uno o más de sus aliados.
–¿Hay puntos en común?
–Considero que, independientemente de que naciones como Brasil y Colombia estén gobernadas por presidentes de signo político contrario al de Trump, sí va a haber una importante colaboración en algunos temas que hacen a la Seguridad Nacional de los Estados Unidos, particularmente el narcotráfico y el terrorismo, así como muy posiblemente el crimen organizado. Independientemente de la ideología de los presidentes latinoamericanos, ciertas políticas del Gobierno de Trump, sobre todo la imposición de aranceles aduaneros, pueden afectar negativamente al sector industrial de América Latina, aunque no tanto como aparentemente le sucederá a México.
–¿Cómo afectarán las políticas migratorias?
–Al margen de este escenario, la deportación masiva de latinoamericanos va a tener un potencial efecto negativo, tanto en lo económico (por no poder ya mandar remesas desde Estados Unidos), como en lo social, al hacerse muy desafiante la reincorporación de millones de trabajadores a sus respectivos países de origen.
– ¿Qué opinión le merece el crecimiento de los BRICS?
–El BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica más otros estados ingresados recientemente) se presenta a sí misma como una alternativa a la relación que tiene Estados Unidos con países en desarrollo, y ya ha logrado incluir a países adicionales. Algunos de estos son antagónicos a Washington, como Irán, pero otros son estrechos aliados de Estados Unidos, como Egipto y Emiratos Árabes Unidos. India es asimismo un aliado cada vez más estrecho de Washigton, al punto de ser parte del poderoso grupo conocido como Diálogo Cuadrilateral de Seguridad (también llamado Quad), con Estados Unidos, Japón y Australia. Por tal motivo, la membresía al BRICS no implica necesariamente un alejamiento de Washigton.
–¿Cómo ve las alternativas de transacción por fuera del dólar que plantean?
–Asimismo, difícilmente podrá este grupo reemplazar en el corto plazo al dólar como moneda mundial, tanto como medio de cambio como unidad de depósito. A modo de ejemplo, el real se está devaluando de manera significativa, y China es constantemente acusada de mantener la cotización del yuan artificialmente baja para fortalecer su sector exportador.
– ¿Qué panorama ve en el conflicto en Medio Oriente con la asunción de Trump?
–Trump empezó a tener participación en la guerra entre Hamás e Israel antes de la toma de mando. En el primer caso, prometió que “se abrirían las puertas del infierno” si Hamás no liberaba a los rehenes en los próximos días. No se conoce la influencia concreta de Trump en el cese al fuego entre los contendientes unos días después, pero las fechas coinciden. Al margen de los eventos recientes, durante su primer gobierno Trump había presentado un plan de paz entre Israel y Palestina, que incluía un estado palestino, y ciertas garantías en materia de seguridad para Israel, así como una capital para Palestina fuera de Jerusalén. Si bien la propuesta contiene algunos componentes que ninguna de las partes probablemente aceptará, podría ser el inicio de un exitoso proceso de paz, que incluso le podría valer un Premio Nobel de la Paz a Trump.
–¿Y en lo que respecta a la guerra entre Rusia y Ucrania?
–En lo que atañe a la invasión rusa a Ucrania, Trump nombró hace unas semanas al General (r) Keith Kellogg como enviado especial. Kellogg recomienda una combinación de estrategias para lograr una paz entre ambas naciones. En el caso de Ucrania, aboga por cortar la ayuda militar si Kiev no acepta negociar, y continuar la ayuda si acepta. Asimismo, propone un tratado de paz que legalice los actuales límites entre ambos beligerantes, con la consiguiente pérdida de territorio para Ucrania. Asimismo, Kellog plantea una promesa de que Ucrania no se unirá a la OTAN por un determinado periodo de tiempo. Sorprendentemente, Trump ha hecho inusitadas críticas a Putin en los últimos días, amenazando incluso con sanciones y aranceles aduaneros si el líder ruso no acepta negociar. Queda por ver si Ucrania aceptará condiciones tan duras como las de perder una parte significativa de su territorio para negociar, sin recibir garantías de apoyo militar en caso de un nuevo ataque ruso.