La globalización está en retroceso. Así escribía yo hace unas semanas en esta misma columna. Estamos delante de una recesión geopolítica, con fragmentación mundial y proteccionismo internacional, en cuanto a lo que se denomina comercio global.
Y entre varias de las etiologías, la causa principal es un fenómeno demográfico. Aunque usted no lo crea. La transición demográfica está en marcha y los paraguayos ni sabemos de qué se trata. Por ejemplo, la nueva longevidad, extendida, es un desafío que las políticas públicas en el Paraguay ni lo tienen en vista, y tendrá consecuencias catastróficas, como suelo decir, para una economía primitivista en lo productivo, de capitalismo de secuaces, con muchos religiosos y pocos conversos.
La globalización entró en crisis con la acelerada urbanización de los últimos 40 años. Va pasando en el mundo y pasa en el Paraguay. Solo que, en nuestro país, sin estadistas que perciban las grandes transformaciones, la narrativa de la globalización sin proteccionismo, la exportación de productos primarios sin valor agregado, como único modelo que ni piensa en la economía del conocimiento, siguen vigentes en la moral productiva paraguaya. Esta se dice de libre mercado, pero es un simple capitalismo de amigotes, con vicios soviéticos en cuanto a la corrupción. Y ahora más, con el mito del mercado supereficiente y del Estado mínimo libertario a lo Milei, en un mundo con guerras superpuestas, nada sabemos sobre el avance peligroso de un eje autoritario que sobrevuela el planeta. Ha resurgido una segunda guerra fría. Viva la libertad, carajo. La democracia está puesta en entredicho y el autoritarismo se exacerba y se extiende en el mundo entero tanto en países de izquierda como de derecha. La victoria en Ucrania restituirá su territorio al antiguo Imperio ruso, le dijo Putin en una reciente entrevista al exFox Tucker Carlson. La nueva ruta de la seda de Xi Jinping, el autócrata, es un cinturón económico en favor de la China que no puede fallar. Este año se vota el Make América great again, again. Se escuchan las tres hurras cada vez más en el quincho 24/7. Golpes de Estado son materia corriente en el África. Bukele arrasa en El Salvador, sin importar lo que diga la Constitución. Maduro quiere hacerle la guerra a su vecino. Y así por delante.
La era industrial y los boom de los nacimientos, baby boomers con empleo, de la posguerra fondearon la duplicación de la esperanza de vida en el siglo pasado, de 40 a 80 años en promedio. Ahora la gente va a vivir 100 años sin nada por debajo que lo sustente. Ojo. El invierno demográfico va a coincidir con el otoño actuarial en países desarrollados y subdesarrollados. Por eso, la crisis en Francia al querer subir los años de trabajo para acceder a la jubilación. Imagínense ustedes lo que puede pasar en el Paraguay con apenas el veinte por ciento de cobertura previsional, una catástrofe; lo que ya comienza a aflorar con la quiebra de la Caja Fiscal y con los abuelitos y las abuelitas que necesitan más servicios de salud que no existen. Los Estados Unidos salieron de una economía de farmers pasando por la Revolución Industrial hasta llegar a la economía del conocimiento y la era digital, consumiendo unos doscientos años, acompañando así su transición demográfica. Igual, tienen problemas de pobreza, previsionales y de salud. China hizo esta transición en 40 años. Otros países lo están haciendo en 30 años. Esto no es poca cosa.
La migración campo-ciudad ha tenido consecuencias económicas rupturistas. Peor aún si estos movimientos demográficos se han venido dando en un país subdesarrollado como Paraguay, sin infraestructura física y social, sin servicios públicos de salud, educación, agua y saneamiento, etcétera. Justo cuando la soja se convirtió en el mayor rubro de exportación, la población urbana superó a la rural en el Paraguay hacia los años 90. Cuando más creció la economía del 2004 al 2013, una válvula de escape fue la masiva emigración a España, y los remeseros, y más aún las remeseras, se convirtieron hoy en el segmento de mayor prestigio social en el Paraguay, ingresando más de 621 millones de dólares al país para sus familias empobrecidas, por encima de Itaipú, cuyas rentas hidroenergéticas sumaron al país solo 535 millones de dólares en el 2023.
Cuando la gente sale de las chacras y va a las ciudades, los niños dejan de ser mano de obra productiva a costo regalado para ser un gasto familiar para un recurso todavía improductivo. El fenómeno de la urbanización trajo este cambio enorme en el mundo todo y también en el Paraguay. Cuando niños y adolescentes dejan de ser mano de obra gratuita para la cosecha agrícola del algodón o la caña de azúcar de una familia campesina, o criaditos sin costo de un estanciero o comerciante de pueblo, para ir a la ciudad en situación de precariedad, lo que sucede es que viviendo en asentamientos empobrecidos deben salir a pedir monedas en los semáforos, porque sus padres de cultura agropastoril, perdidos en una ciudad, ahora ya no les pueden dar de comer. Sus progenitores no los pueden mantener en una cultura urbana. Al mismo tiempo, un Estado raquítico, hoy ya con déficit fiscal acuciante, endeudamiento creciente, presión tributaria decreciente o estancada, malgastos y robos en modo nepo de lo poco que se recauda, sin un gobierno presente, nadie le ofrece al migrante rural campo-ciudad, o al migrante urbano ciudad-ciudad, cuya situación empeora con la pandemia (de un barrio tipo Obrero al Santa Ana en los bañados) los servicios urbanos de calidad, como transporte público, agua, energía, hospitales, escuelas, etc. El destino de pobreza quedó asegurado para este segmento social. El acervo demográfico, jóvenes con potencial, no se convierte en bono demográfico, jóvenes que estudian, trabajan y guardan algo para su vejez. La violencia, las hinchadas delictivas, el microtráfico en modo chespi y los motochorros son las consecuencias. El Estado responde ampliando la tropa de Linces y construye más cárceles. Y la gente aplaude. No está mal, pero no está bien, ni se habla de las causas de raíz. Dios quiera que Peña se transforme en Bukele, dicen los grupos de WhatsApp.
Luego, al mismo tiempo, en las ciudades, donde incluso las nuevas familias conformadas por jóvenes de clase media y alta, por lo general, ya no tienen muchos hijos, nos fuimos quedando sin niños, sin adolescentes, sin jóvenes y sin adultos productivos que impulsen el consumo masivo de manera suficiente para la cantidad de productos, sobre todo chinos a costos competitivos, que invadieron el mundo occidental despidiendo gente en estos países. Por ende, más aún sin sistemas previsionales con buena cobertura y debido a la enorme informalidad laboral urbana –en el Paraguay es peor– nos quedamos también sin adultos mayores con suficiencia de ingresos que por medio de sus ahorros para jubilación impulsen los mercados de capitales. Al final de cuentas, el triunfalismo de la globalización se fue desinflando. El discurso de Trump es un ejemplo. Las intenciones de alemanes y franceses de salir de la Unión Europea en modo brexit son otras evidencias. El fracaso de las negociaciones Mercosur-UE y el llamado al proteccionismo de los agricultores europeos complementan el panorama. A partir de ahí, la demografía no proporciona ya en el mundo toda una estructura que impulse el libre comercio globalizado de escala, de consumo vigoroso y de inversión sostenible. La población está envejeciendo y crecen las necesidades. Y –como dice Milei– no hay plata. Saludos cordiales.