La situación política y social del país es objeto de preocupación de diversos estamentos. Uno de estos es la Iglesia paraguaya, la que en el marco de su asamblea ordinaria 234 compartió con el representante del papa Francisco sus inquietudes. Uno de los puntos centrales de esta preocupación manifestada por el representante del Pontífice, monseñor Eliseo Ariotti, es el tema social y, en este sentido, instó a los obispos a acompañar a los indígenas y campesinos “‘como pastores de Iglesia”’, resaltando los actuales conflictos en el campo y la situación campesina e indígena.
De hecho que desde la Conferencia Episcopal Paraguaya en varias ocasiones se ha manifestado la preocupación por la crisis económica y social que vive el país, y que vuelve aún más vulnerables a los campesinos e indígenas que viven en tensión, especialmente por la problemática de la tierra, con los desalojos violentos.
Sobran evidencias acerca de los efectos de la pandemia del Covid-19, la cual todavía no ha sido superada y nos ha instalado en una frágil situación en cuanto al aspecto económico y social, con la pérdida de empleos y también con la precarización de los mismos. La pandemia dejó muy expuesto a nuestro sistema de salud, el cual se vio rebasado en los últimos dos años ante los contagios y la vacunación no ha sido el único factor que evitó un monumental colapso del sistema, fue la solidaridad de los paraguayos y paraguayas. En medio de las enormes necesidades y carencias la solidaridad de las ollas populares salvó del hambre a miles de familias, igualmente las rifas y polladas compensaron lo que le falta al país en políticas públicas.
Este es precisamente uno de los mensajes que comunicó monseñor Ariotti a los obispos, el de acompañar a los grupos más necesitados y vulnerables, así como también promover el diálogo y la fraternidad, particularmente en el momento político que vive el país, refiriéndose de esta manera a la marcada polarización política de cara a las elecciones generales del 2023.
La clase política se encuentra enfocada en sus propios objetivos de ocupar espacios de poder, y defender sus privilegios, mientras el ciudadano no percibe que la mejora de su calidad de vida figure en la agenda de los políticos. No solamente el ambiente está cargado de agresiones y ofensas, sino que además, quienes ya detentan el poder lo están utilizando para medrar las posibilidades de otros grupos que tienen ideas y visiones diferentes, convirtiendo el momento en una competición donde impera el juego sucio.
Mientras tanto, parecen no enterarse de los cerca de los 300.000 paraguayos que viven en la extrema pobreza, según los datos del Instituto Nacional de Estadística Estos son compatriotas que ni siquiera ganan lo suficiente como para comer ni alimentar a sus familias. Esta es una parte lacerante de nuestra realidad, la de las personas que apenas perciben un salario mínimo y las otras, que son una mayoría, que ganan menos incluso. La ciudadanía debe lidiar con esta situación, con la falta de empleo, con la inflación que afecta los niveles de consumo y seguridad alimentaria, con los casos de asaltos, sicariatos y robos de cada día, y con la incertidumbre.
Este es el momento de que colectivamente, como sociedad, nos replanteemos la necesidad de la construcción de una sociedad más equitativa y solidaria, para que todos los paraguayos puedan alcanzar un mínimo nivel de bienestar. Y ha llegado la hora de hacer llegar el mensaje a la clase política y a los gobernantes, sobre la tremenda deuda pendiente con la sociedad; por el compromiso que no han sabido honrar y porque este país necesita más que nunca honestidad e integridad para construir un Paraguay más solidario y fraterno.