03 dic. 2024

Esa pequeña flor

Estuve escuchando el impactante testimonio de Mario Ferreiro sobre su iniciación y proceso de lucha personal contra las drogas, no creo que llegue a evaluar el enorme bien que está haciendo al compartir su experiencia.

Ese tipo de situaciones, cada vez más frecuentes, que implican adicciones, se suelen mantener como bajo la alfombra de las historias familiares o incluso íntimas, o bien, se hacen cargo de ellas las moralinas de los que pretenden encarar el problema superficialmente. Y es de agradecer que una persona pública de nuestro país enfrente el tema con toda transparencia y hasta humildad.

Creo que, como él mismo dice, detrás de todo está la esperanza y ésta ligada también a un regalo de bondad en su vida, la persona de la hermana Regina, una religiosa audaz que a tanta gente ha ayudado a salir de verdaderos infiernos, en nombre de Dios y con una mirada personal integral.

Escribo este comentario en vísperas del inicio oficial de la primavera, tan ligada a ese simbolismo de la regeneración, del reinicio positivo, de la fecundidad, del colorido vital.

Pero, tal como pasa con el aire cargado de humo que estamos sufriendo en estos días, es impresionante cómo se siente en el ambiente anímico de mucha gente la falta de esperanza.

Ni siquiera somos del todo conscientes, creo, de lo importante que es esa pequeña flor en el jardín de nuestra misteriosa existencia, esa pequeña niña frágil, como la describe Charles Péguy, que no se reduce a un simple optimismo irrealista, ni el famoso sueño por cumplir con el mero voluntarismo individual.

La esperanza implica de alguna manera un proceso permanente de realismo positivo, de una disposición para darle un sí a la vida tal cual es, con su geografía existencial cargada de pedregullos, curvas, desniveles, llanos y apriscos, es como un horizonte que, a quien se le pierde de vista, se le complica mucho el camino.

Mi abuela campesina, madre de varios hijos y de tremendo carácter, asociaba la esperanza a la providencia y a la fidelidad a lo que uno cree, pero no intelectualmente, como quien analiza una joya desde una vitrina, sino desde adentro, desde la experiencia de su larga vida llena de pruebas, sorpresas y aventuras.

Sí, la vida, no es tan predecible como quisiéramos, pero esto también tiene su encanto, porque existen muchas posibilidades, no solo las deterministas y catastróficas que a veces repetimos como si pudiéramos controlarlo todo desde nuestras falsas seguridades, dinero, posición, inteligencia, lo que sea.

En la vida también nos sorprenden algunas florecillas que crecen inesperadamente y nos brindan ese alivio existencial, como una mañana diáfana tras la lluvia mansa o la tormenta…

Como un pequeño obsequio de primavera les recuerdo esos versos de Péguy en los que el poeta francés asocia la esperanza a otras dos virtudes enormes: La fe y el amor.

“Colgada de los brazos de sus dos hermanas mayores. Que la llevan de la mano. La pequeña esperanza. Avanza. Y en medio entre sus dos hermanas mayores aparenta dejarse arrastrar. Como una niña que no tuviera fuerza para andar. Y a la que se arrastraría por esa senda a pesar suyo. Y en realidad es ella la que hace andar a las otras dos”. ¡Feliz primavera!

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