Centenares de personas se agolpan a la entrada del puesto de comandancia militar 132 Itudulaka, en el centro de la capital provincial Palu, mientras una larga fila empieza a formarse y algunos gritan: “Tenemos hambre”.
“El agua, el arroz, lo necesitan”, dijo a Efe el hostelero Rachmat Lapoa, al explicar que falta personal para repartirlo entre los afectados y “no se puede atender la ola de gente en un solo sitio”.
La escasez de gasolina, por su parte, amenaza los generadores que iluminan la ciudad y son la única fuente de electricidad debido a que continúan los cortes de luz y en las comunicaciones.
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La costa de Palu, capital provincial de Célebes Central y donde se han registrado 821 de los fallecidos, ha quedado arrasada por las olas que en un principio se estimaron de hasta tres metros.
En la playa Talise, donde este lunes personal de varias ONG retiraron un nuevo cadáver de entre las ruinas de un edificio, vehículos aparecen encajados en las paredes de las casas más cercanas a la costa, mientras el puente Ponulele de 250 metros de largo ha quedado totalmente hundido.
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El portavoz de la agencia de gestión de desastres, Sutopo Purwo Nugroho, indicó que comenzarán a enterrar a las víctimas en una fosa común que se abrirá en las afueras de Palu.
El desastre también a causo 540 heridos y 16.732 desplazados, además de en Palu en el municipio de Donggala, donde no la falta de comunicaciones dificulta el recuento de víctimas.
Las autoridades continúan las labores de búsqueda y rescate de supervivientes y víctimas, mientras técnicos trabajan para restablecer los servicios básicos y el suministro eléctrico.
El Ministerio de Sanidad se encarga de abastecer de personal y material médico a una zona donde hacen falta especialistas en ortopedia, cirujanos generales, neurocirujanos, anestesistas y enfermeras.
El aeropuerto de Palu reabrió ayer a vuelos comerciales, aunque las autoridades avisaron de que se dará prioridad a la ayuda humanitaria, que llega desde la primera noche en aviones y helicópteros militares