Si bien la economía paraguaya siempre ha tenido altos niveles de volatilidad, lo que generaba incertidumbre con respecto a las proyecciones a mediano y largo plazo, el promedio de crecimiento era relativamente alto. En la historia reciente los factores determinantes de la volatilidad podrían ser agrupados en dos tipos: climáticos y de comercio exterior.
Desde la pandemia se han agregado otros más como la recesión originada por las medidas de distanciamiento social a nivel nacional, los obstáculos de las cadenas de suministros, el aumento del precio del petróleo y la guerra Rusia-Ucrania. En el ámbito político, se agregan los posibles efectos del anuncio realizado por la Embajada de Estados Unidos de Norteamérica y del próximo informe de Gafilat.
Paraguay tiene una economía pequeña y muy abierta, con una estructura económica con alta dependencia de pocos productos y mercados relacionados con la agricultura y ganadería. Estas condiciones internas sumadas a las externas y a las políticas ponen límites a las oportunidades de reactivación económica.
Por otro lado, las políticas que se están implementando para contener la inflación tendrán posiblemente un efecto recesivo, cuyo peso dependerá de que se implementen políticas más agresivas para aumentar la oferta de productos, especialmente de alimentos.
Para Paraguay, dada la relevancia del sector energético en el crecimiento de la economía, también es fundamental que se restablezcan los niveles hídricos porque cuando hay sequía se reduce la producción de energía eléctrica.
De esta manera, se puede señalar que estamos ante un escenario sumamente complejo para las proyecciones del crecimiento. La gran cantidad de factores nuevos y cuyos efectos son desconocidos impiden visualizar el futuro inmediato.
Más allá de la evolución del PIB, también es necesario considerar los ingresos laborales, cuya evolución ha sido negativa desde 2015. La inflación actual que se espera se prolongue al menos por este año corroe la capacidad adquisitiva de los ingresos. Además del deterioro de la calidad de vida, se profundiza el malestar social, con riesgo de generarse expectativas con respecto a la evolución del costo de vida y de crear condiciones para la ingobernabilidad.
En definitiva, los próximos meses estarán marcados por altos grados de incertidumbre debido a los múltiples problemas, muchos de los cuales en situación crítica, incluso desde antes de la pandemia.
El Equipo Económico deberá utilizar una combinación de múltiples instrumentos de políticas para crear las condiciones que necesitan el crecimiento económico y el aumento de los ingresos laborales. Esto implicará salir del esquema al que está acostumbrado, ya que la histórica estabilidad macroeconómica se debilitó por el rápido aumento de la deuda y del nivel de precios. Adicionalmente, el mundo se encuentra frente a un aumento de los precios liderado por problemas de la oferta de productos y no necesariamente de la oferta monetaria. Paraguay no escapa a esta situación, por lo que la política monetaria ortodoxa tiene restricciones para el logro del objetivo de reducir la inflación.
Los cambios globales exigen un permanente monitoreo de la situación y la apertura a una combinación de políticas que no eran consideradas con anterioridad a la pandemia. La confluencia de una guerra con crisis económica, sanitaria y ambiental impone desafíos y respuestas creativas e innovadoras. Esperemos que nuestras autoridades sean valientes y estén a la altura de las circunstancias.