En cada inicio de clases se repite esta suerte de ritual tan paraguayo, conocido como dejar todo para último momento. A poco más de dos semanas del inicio del periodo lectivo, la comunidad educativa comienza a exhibir las deficiencias en las instituciones, reclamando soluciones a las autoridades. Llamativamente, estos problemas son bien conocidos, pues el mismo Ministerio de Educación dispone de una evaluación de la infraestructura de sus escuelas que precisan atención urgente.
El dejar para último momento la solución de lo que debería ser máxima prioridad, es una forma que tienen las autoridades de admitir que la educación, en realidad, no les importa. Por eso, niños y niñas paraguayos acudirán este 2024 a escuelas precarias, con techos a punto de caer, paredes con grietas, y letrinas en lugar de baños; además carecen de energía eléctrica, ni agua potable, ni bibliotecas, ni laboratorios.
En la compañía Itá Huguá, de Santa Rosa, una de las instituciones más antiguas, la profesora debe usar palanganas y baldes para juntar el agua de lluvia que entra por el techo dañado; la cocina comedor tiene una gran fisura y los baños están averiados. En Coronel Oviedo, la Gobernación prometió nuevos baños y dos nuevas aulas para la Escuela Las Mercedes, donde hace 15 años las condiciones estructurales son pésimas.
En Amambay, las instituciones educativas tampoco están en condiciones para iniciar las clases el 23 de febrero, como es el caso de la Escuela de Yvype, donde el techo del único pabellón está por caerse, en época de lluvia gotea y las chapas de zinc calientan como un horno. La Gobernación prometió una reforma general, pero las visitas que hicieron fueron “solo para la foto”.
También tendrán un muy sacrificado 2024 alumnos y maestros de la escuela de la colonia indígena Pikykua, ya que el año pasado, con la crecida del río Aquidabán se quedaron sin el puente que era el único acceso a la comunidad, por lo que deberán cruzar el caudaloso río encima de tambores. Estas son las consecuencias de haber relegado la educación durante décadas; es la consecuencia de la muy escasa inversión en educación.
Según datos de Unicef, en Paraguay, uno de cada cuatro niños está fuera de la escuela, por la situación de pobreza de las familias, la baja percepción de la sociedad sobre la importancia de la educación, la baja oferta de la enseñanza inicial y media y la ausencia de servicios integrados.
Además de la indiferencia de la clase política, se debe mencionar la corrupción pública. Como es el caso de la administración de los recursos del Fonacide, irregularidades que fueron denunciadas, pero muy pocos casos llegaron a un proceso penal, y por eso quienes mal utilizaron fondos para infraestructura o alimentación escolar han quedado impunes, con la complicidad de la Justicia. Mientras que los políticos quedan impunes por su corruptela, las asociaciones de padres suplen al Estado y cada año se agrupan para reparar las escuelas públicas.
El Paraguay es un país tremendamente desigual, en el que solamente la educación puede ofrecer algunas alternativas para el desarrollo de las capacidades de niños y jóvenes; pero antes se debe cambiar, pues nuestra posición en ránkings internacionales es terrible: los estudiantes paraguayos que participaron en la evaluación internacional de PISA obtuvieron un muy bajo rendimiento en matemáticas, ciencias y lectura.
Por eso, en este nuevo inicio de clases debemos enviar un recordatorio a toda la clase política, autoridades y funcionarios: urge un compromiso patriótico con la educación, debemos trabajar por el hambre cero, pero sobre todo por la corrupción cero, si queremos tener algún futuro.