En la espléndida y fresca mañana otoñal, la escultura de la Primavera pareciera cobrar vida. Esta se manifiesta desde su interior un milisegundo después de que el periodista haya retirado el dedo.
El reportero cometió el desatino de indicar, acercando demasiado el dedo, uno de los hoyos que dejaron las balas del golpe del 89. Furiosas abejas salieron del interior de ella buscando tomar represalia ante el imprudente invasor. Sin embargo, no lo lograron.
Primavera, Verano, Otoño e Invierno, cada una separadas por 20 metros y como ocultas al azar en un semibosque. Un recorrido en línea recta por las cuatro expresivas estaciones en las plazas que están frente a lo que fue el Cabildo.
Entre estas se encuentran las del recuperado ganso, el perro, el puma y el sapo. Todas han sido testigos de asonadas, represiones, victorias y reivindicaciones ciudadanas en las plazas llenas de gente, actualmente rodeadas de rejas.
Este espacio público, enrejado en todo su perímetro, es uno de los más conocidos de la capital del país. En el espacio que ocupa también se cuentan otras estatuas y monumentos emblemáticos.
Las esculturas de hierro fundido fueron hechas en Francia. Llegaron al país para conmemorar el primer centenario de la independencia nacional, cuenta Carlos Spatuzza, de la Dirección Ejecutiva de Revitalización del Centro Histórico (Dercha).
Otro de los monumentos emblemáticos de la ciudad es el de la jura de la Constitución Nacional de 1870. Este se corona con la estatua de la Libertad en su pedestal.
De por sí este monumento cuenta con su propia historia. Fue el primero realizado en Paraguay por el arquitecto Juan Colombo y el ingeniero polaco Roberto Chodasiewicz, señala Spatuzza.
La escultura de Libertad está realizada en terracota y la columna en la cual se sostiene, de mampostería, detalla. A unas cuadras de distancia se encuentra otro lugar que tiene en su interior varias esculturas. Al igual que las plazas del Cabildo, también está con rejas alrededor.
AL DESNUDO. Como las del Cabildo, la plaza Uruguaya ha sido otro sitio de convergencia ciudadana.
En dicho espacio, una al lado de otra, están las esculturas semidesnudas que llegaron al país en 1918.
En una entrevista realizada por ÚH en el 2018, Carlos Zárate, arquitecto y docente en la UNA, había comentado que dichas esculturas fueron traídas por el intendente Albino V. Mernes.
Zárate explicó que son réplicas seriadas de escultores clásicos. Un trabajo de seriación que realizan los franceses desde el siglo XIX.
En un principio dichas esculturas estaban distribuidas en diferentes espacios de la emblemática plaza.
Luego de la restauración fueron colocadas en la misma línea. Frente a ellas se encuentra la de La madre, colocada en los 70. Mernes había traído dichas esculturas con el fin de educar a la población.
En su momento las esculturas escandalizaron a las monjas del colegio La Providencia. Tal fue así que prohibían a sus alumnas pasar por dicha plaza porque consideraban que eran inmorales.
SOBREVIVENCIA. Las esculturas de hierro fundido de las plazas del Cabildo pasaron por un proceso de restauración en el 2019.
En octubre del año pasado se realizó un trabajo de mantenimiento de ese proceso, a cargo de la Secretaría Nacional de Cultura y la Escuela Taller de Asunción.
Sin embargo, aún quedan trabajos por realizarse. La escultura de la Libertad, en el monumento de jura de la Constitución de 1870, necesita con urgencia su restauración.
Dicha escultura está con fisuras y está sujeta con alambres. También tiene sobre sí varias capas de pintura, cuenta Spatuzza.
La mayoría de los monumentos asuncenos han padecido actos de vandalismo y robo de placas. De hecho, esto se ve claramente en la escultura de Augusto Roa Bastos, en la plaza Uruguaya.
Una manera de potenciar el valor de estos patrimonios de la ciudad es a través de la educación, dice Spatuzza.
“Lo que se conoce se valora. En el proceso de educación hay que involucrar al entorno para que conozca, valore y colabore”, aconseja.
Uno de los tropiezos para el mantenimiento, es la falta de recursos económicos y seguridad, revela. También la falta de políticas culturales con presupuesto destinado para la restauración y mantenimiento de los monumentos.
Desde lo más alto, entre los árboles, al paso, cada escultura, cada monumento es un vestigio silencioso del día a día de esta ciudad semiderruida.
Cada uno de estos momentos se convierte en testigo silencioso del tiempo. Desde su inerte presencia y sus expresivas facciones ven pasar la vida de la otrora Madre de Ciudades.
Una metrópolis que siente poco a poco cómo el barco de los cinco siglos de vida se acerca a su bahía.
