EFE
En un principio, esta sevillana y sus vecinos de los Cayos del sur de Florida se mostraron felices al conocer los planes de combatir con un mosquito macho alterado genéticamente al “aedes aegypti”, transmisor del dengue, entre otras enfermedades contagiosas.
Pero cuantas más preguntas hacían al Distrito de Control de Mosquitos de los Cayos de Florida (FKMCD) y a la empresa responsable de producir el insecto, la británica Oxitec, más preocupaciones tenían.
“A mí me pareció genial al principio, yo odio a los mosquitos, no me gusta que piquen a mis hijos, pero cada vez que sabía más del transgénico, menos lo quería”, explicó a Efe De Mier, quien ha recibido el apoyo de más de 150.000 personas en una petición que lanzó en 2012 por internet.
Oxitec ha promovido pruebas de su mosquito en Brasil y Panamá, y ahora avanza en los planes de construcción de un criadero en Estados Unidos, para experimentar en un sector de Key Haven, en el sur de Florida.
“Aquí la gente se ha rebelado, nadie quiere ese experimento, además nunca ha habido un solo caso reportado de dengue en Key Haven ¿Cómo van a definir qué es éxito o fracaso si nunca ha habido un dengue?”, se preguntó De Mier, de 42 años.
Oxitec argumenta que el macho transgénico ha demostrado ser efectivo en la reducción de poblaciones de mosquitos, ya que está diseñado para que al aparearse con hembras “salvajes” produzca crías que heredan un gen letal que les impide llegar a adultos.
Sin embargo, De Mier y organizaciones nacionales como Food & Water Watch han advertido que estos insectos “no están regulados adecuadamente por agencias federales o locales, y pueden presentar riesgos significativos para la salud humana y el medio ambiente”.
“Yo no represento a nadie ni soy parte de ninguna organización, pero como contribuyente tengo el derecho de recordarle a las autoridades su responsabilidad de proteger al público”, aseveró la española.
Esta agente de bienes raíces, que vive desde hace 18 años en Estados Unidos, lamentó que fueron infructuosos sus intentos de hacer desistir del uso del transgénico al FKMCD.
“Me sentí tan impotente, porque la comunidad e incluso los políticos les pidieron que no se precipitaran”, expresó De Mier, quien buscó entonces otra salida.
Optimista de que lograría al menos 1.500 firmas, publicó la “primera petición” de su vida con un mosquito que le dibujó una amiga.
De Mier, quien también es dueña de un pequeño hotel en Cayo Hueso, vio cómo, de un momento a otro, el número de firmas superó las 100.000.
“Pensaba ‘Dios mío, qué hago ahora con esto, me he metido en este bacalao (problema) ahora, si yo nunca he sido activista’”, recordó esta madre de tres varones.
De Mier se sintió entonces con el respaldo, pero también con la responsabilidad de ir más allá, y empezó a tocar las puertas de la FDA, la entidad a cargo de autorizar la liberación de los mosquitos.
A Washington llegó con una caja llena de peticiones y dispuesta a hablar de las preocupaciones de sus vecinos con los “científicos”, quienes la escucharon durante casi tres horas.
“Ellos me dijeron ‘Hable que nosotros no podemos comentar’ y yo feliz comencé a hablar”, relató De Mier.
Ahora De Mier espera reunirse por cuarta vez con la FDA en abril, “porque hay que darles un poquito de caña (presionarlos)”, dijo sobre esta agencia federal, que asegura que “no apoyará una liberación de campo hasta que se haya revisado minuciosamente toda la información necesaria y evaluado los posibles impactos ambientales” del mosquito transgénico.
La batalla de esta enfermera de profesión y amante del yoga y el flamenco continúa, pero ha logrado llamar la atención de autoridades y miles de personas que desconfían de la promesa de Oxytec de que su mosquito “tendrá un impacto mínimo” en la región.