Por Alfredo Boccia Paz
Una de las obras cumbres del denominado teatro del absurdo es “Esperando a Godot”, de Samuel Beckett. En los dos actos de esta tragicomedia dos vagabundos se pasan esperando a un tal Godot, con el cual aparentemente tenían una cita. Este es un personaje que el público nunca conocerá, pues no aparece nunca. La trama repetitiva y tediosamente irrelevante simboliza la carencia de significado de la vida humana.
Esperando a Alderete estuvieron las dos facciones coloradas durante las dos tediosas semanas en las que el presidente de la ANR salió misteriosamente del país. A diferencia de Godot, Alderete finalmente apareció. Pero, tal como ocurre en la obra, dejó a todos los sectores colorados preguntándose cuál fue el significado de esa espera.
¿Qué extraña alquimia habrá convertido a Alderete en una figura política tan codiciada? Su discurso es confuso; no habría llegado al cargo sin ser el elegido de Nicanor; las encuestas demuestran que tiene un alto grado de rechazo en la opinión pública y es lo más parecido a un político tradicional –en el peor sentido de la palabra– que uno pudiera imaginarse. Pero logró tener al borde del infarto a todos los sectores republicanos. Y, al no aceptar ningún cargo, rompió la modorra de su previsible campaña interna. A Alderete, sorpresivamente, no le importó no salir en la foto obligando a Nicanor a una huida hacia delante. Éste trató de “malagradecido” al ex amigo y nombró como candidato a la vicepresidencia a su propio secretario privado, Carlos María Santacruz.
Impresiona la disciplina colorada. Aunque muchos dirigentes oficialistas de todo el país tienen la sensación de que a Nicanor se le fue la mano en su intención de nominar una dupla a su exacta medida, la imposición del tendota fue acatada en silencio. La disconformidad se limitó a susurros mascullados que no alcanzaron estado público. Pero, preocupación, hay. Primero hubo que convencerlos que una mujer como Blanca Ovelar era una oferta electoral moderna y novedosa. Y ahora hay que persuadirlos de acompañar la candidatura de Santacruz, quien es poco conocido y no cuenta con una sólida carrocería partidaria.
Hay quienes se preguntan si Nicanor no está subvalorando la notable suma de fuerzas disidentes que Castiglioni va construyendo en torno suyo. No es poca cosa juntar los votos potenciales de Goli Stroessner, Julio César Velázquez, Lilian Samaniego, Zacarías Irún, Orlando Fiorotto y Derlis Osorio. A esta coalición habrá que sumar a varios más que se irán apartando del oficialismo en la medida en que se elaboren las listas parlamentarias y se generen nuevos enojos.
En ambas carpas se mueven enormes intereses económicos que harán que los colorados empuñen las hachas de guerra con un profesionalismo que los partidos opositores nunca tendrán. Es el único momento en que la ANR se vuelve transparente. Como se acusarán de todo, nos enteraremos de trapisondas que, por lo general, no llegan a la prensa. Ya dieron el tono: Castiglioni descubrió ahora que el gobierno de Nicanor estafó al pueblo y anunció que en la disidencia “no tendrán cabida los bandidos”. Nicanor, que los conoce bien, ironizó denominándolos “trompetistas del paraíso terrenal”.
Son despiadados, pero no se engañe: gane quien gane, volverán a unirse en un solo magma homogéneo y viscoso preparado para volver a vencer a la oposición en el 2008.