Con unas palabras a cargo de César Centurión, la escritora Maybell Lebron y del propio autor, se llevó a cabo la presentación del libro “Espontaneidad”, que puede adquirirse por G. 50.000 en las librerías: Intercontinental (Caballero 270 c/ Mariscal Estigarribia), Comuneros (Cerro Corá 289 c/ Iturbe), Servilibro (25 de mayo y México), El Lector (25 de Mayo y Antequera), Vicolí (Stma. Trinidad 195), Punto de Encuentro (Mcal. Estigarribia 220 c/ Yegros) y Libros Para Todos (Avenida Fernando de la Mora 1547 c/ Dr. Carlos Centurión).
Durante el acto de lanzamiento, en donde participaron unas 80 personas, la autora de “El Eco del SIlencio” y “Cenizas de un Rencor” comentó que la motivación de los escritores nace sin que nadie se los solicite, y a sabiendas de todas las condiciones adversas dispuestas por el mundo exterior.
En este sentido, el autor del libro señaló que las editoriales de nuestro país no trabajan de forma justa con los escritores noveles. “Las editoriales nunca proponen un buen trato”, indicó. “Reciben la obra, con suerte la publican y te ofrecen el 10 % de los ingresos, y esa es una propuesta mísera para el escritor, quien tiene que pasar mucho tiempo en aprender a escribir y preparar su libro”, aseguró.
Fue por esta razón que Sebastian publicó “Espontaneidad” con aportes del Fondec y también con su propia editorial denominada Y, fundada a finales del año pasado. La editorial tiene en planes la publicación de obras de autores como Javier Viveros y Esteban Bedoya.
En contacto con Última Hora, el escritor señaló que el título “Espontaneidad” debe su origen a la idea de que los jóvenes escriben “por cuestiones espontáneas y por necesidad de expresión, más que por rigor crìtico (...) luego viene la formación literaria”.
Según el crítico de arte, Rogelio Vallejo, “la espontaneidad del título (...) es la del profesional, es la espontaneidad instruida y formada por el conocimiento, la práctica y la experiencia”.
La obra consta de 19 cuentos ilustrados que fueron escritos por el autor desde los 19 años. “Una compilación de una década de trabajo”, dijo Sebastian al reconocer la influencia de autores como Milan Kundera y Augusto Roa Bastos, a quienes también menciona en el libro.
Los personajes, según el autor, “son humanos de distintas edades que sobreviven entre el amor y el desamor, el sexo y las drogas, el rock y la literatura, como miembros de sociedades del pasado, el presente y el futuro de un mundo que en vez de mejorar termina por ser mandado al carajo”.
Ocampos adelantó que planea publicar próximamente un libro de mini relatos extraídos de la fanpage a su cargo denominada “Minirrelatos”. Actualmente, se encarga de dirigir la revista literaria Y, un medio digital e impreso que busca difundir una literatura, de ficción y no ficción paraguaya, que se abra al mundo. Las personas interesadas en recibir los ejemplares impresos pueden suscribirse enviando un correo a yoleo@revistay.com. Lea la introducción de “Espontaneidad”, a continuación:
La tentación del primer libro publicado estuvo presente en mí incluso antes de decidir ser escritor, a los 18 años. Mi respeto por la palabra se exteriorizaba en los años de niñez y adolescencia a través de la timidez: no hablaba si no sabía qué decir, hábito que intento mantener aunque a veces, como le sucedía al estimado Saramago, las palabras se me escapan ante la insistencia de unas personas amigas que confían en mi capacidad de aportar un poquito de claridad a este mundo de sombras.
En mi niñez miraba con respeto y extrañeza un diccionario enorme que sobresalía en un estante de mi abuelo Jorge Ocampos González, campesino, agricultor, excombatiente de la Guerra del Chaco, apicultor, escritor de polcas, obras de teatro y poemas en guaraní y castellano, hombre hecho a sí mismo a pesar de todo. Un libro por sí solo era raro en mi familia; uno de ese tamaño, aún más raro, por dos razones: éramos pobres y mi abuelo vivía en Escobar, distrito de Paraguarí al que hasta ahora sólo se puede llegar por dos extensos caminos de tierra. En un lugar olvidado por el Estado y la sociedad del progreso, un hombre se preocupaba por el uso correcto del idioma —quizá como herencia de su padre educador y fundador de la única escuela de la zona— y quería dedicarse a escribir, mostrándome desde entonces que la literatura puede ser creada en cualquier lugar del mundo si uno está dispuesto a entregarse a ella.