En nuestro país la vida se volvió precaria y el riesgo de muerte se eleva a niveles altísimos: te puede matar un mosquito, transmitiéndote dengue o chikungunya; o podés ser víctima colateral de las balas de sicarios en algún centro comercial, en un barrio residencial o en el estacionamiento de un supermercado. El riesgo es total y hay que aprender a esquivar la muerte.
Los carteles deciden sobre la vida de sus enemigos y ya ni siquiera guardan las formas. Pueden atacar incluso en eventos masivos, como pasó en el Ja’umina Fest, donde murió Vita Aranda; una mujer madre de familia que tuvo la mala suerte de estar en el lugar equivocado y a quien no iban dirigidas las balas de estos asesinos.
De acuerdo con la investigación realizada por el abogado Jorge Rolón Luna, en 2022 se han registrado 212 casos de ataques o intervenciones de sicarios, encabezando enero con 28 casos, que fue el mes más violento en cuanto a los crímenes por encargo.
Según las cifras que maneja el experto, 175 personas murieron a manos de los asesinos a sueldo el año pasado.
Su investigación difiere del informe de gestión de la Policía Nacional, que aseguró que, en el 2022, 70 personas fallecieron como consecuencia de las balas de los sicarios.
Estos crímenes tuvieron como víctimas a policías, políticos, un periodista e incluso un alto oficial de las Fuerzas Armadas; no hay quien se pueda salvar.
En el análisis que realiza en su página Tereré Cómplice, Rolón Luna admite su preocupación por la multiplicación de homicidios violentos registrados en ese año, instalando un ambiente de terror.
Este negocio de la muerte hace muchos años que se instaló en Pedro Juan Caballero y otras ciudades de frontera, sin lograr captar la atención del resto de las localidades de la República.
Sin embargo, con el transcurrir de los años, el fenómeno se fue expandiendo, instalándose en la capital y ciudades aledañas del Departamento Central.
Esta sensación está puesta por los que manejan los hilos del crimen organizado que ya permeó en la mayoría de las instituciones del Estado y da la sensación de que ya es una batalla perdida en la que no queda remedio que resignarse.
Pero no es el único riesgo en este campo de batalla que se volvió nuestra sociedad. Que lo diga Elvio García González, padre de dos niños, de 4 y 7 años; cada uno de ellos es la razón por la que sale todos los días a desafiar el peligro, entregando pedidos en una motocicleta que adquirió bajo el compromiso de pagar largas e interminables cuotas.
En las primeras horas del pasado viernes 24 de febrero fue sorprendido por asaltantes que lo golpearon en la cabeza con la culata de un revólver y más de una vez amenazaron con jalar del gatillo si él osaba en resistirse al asalto.
Elvio salvó su vida de milagro, pero perdió su elemento de trabajo. Ahora no tiene la herramienta que le servía para ganarse el pan que ahora falta en su casa.
El Sindicato de Trabajadores en Motocicleta maneja la estadística de que alrededor de 12 trabajadores por día sufren el robo de sus biciclos en el país, según los reportes que reciben.
Los conductores de plataformas son otros de los que saben lo que es trabajar de cara al peligro constante.
El riesgo de ser víctima de asalto es algo que se debe aprender a dominar. Muchos de ellos logran sobrevivir, pero otros perdieron la vida; como Francisco Ortiz Peña, que fue muerto a puñaladas en uno de sus viajes.
Hasta el momento no se ve una respuesta contundente por parte de las autoridades para contrarrestar esta oscura realidad que viven muchos ciudadanos. Las acciones son tibias y se reducen en promesas de redoblar esfuerzos para combatir el crimen, lucha que claramente estamos perdiendo.