Años atrás, pocos podían imaginarse que de la noche a la mañana y luego de periódicas “sentatas”, estudiantes secundarios del sector público y privado unirían sus voces para pedir a los cuatro vientos reivindicaciones históricas que afectan al estudiantado paraguayo.
Quizás hayan cobrado brío y coraje luego de la venida del papa Francisco al país a inicios de julio de este año, cuando el Santo Padre les encomendó poner en práctica aquello de “hacer lío”, pero organizarlo bien.
La jornada de este 18 de septiembre no sólo es histórica, también representa una verdadera lección de civilidad que dieron los estudiantes de secundaria, a los que se adhirieron docentes, directores de entidades educativas, así como alumnos de universidades.
Es que si bien son viejas y conocidas las falencias de un sistema educativo que dista bastante de la calidad en comparación con el de los otros países de la región, es la primera vez que los estudiantes salieron a marchar con el visto bueno de la ciudadanía y con el acompañamiento de docentes.
Para el analista político Alfredo Boccia Paz, lo que hace atractiva a la marcha de los estudiantes secundarios es que coincide con la apatía y pasividad de los universitarios, justo cuando salen a la luz los “trapos sucios” en la Universidad Nacional de Asunción (UNA).
“Por primera vez es allanado el Rectorado de la Universidad Nacional y ni siquiera eso mueve a los universitarios. En contrapartida, los estudiantes secundarios toman por primera vez las calles. Eso es algo que llama mucho la atención”, opina Boccia.
Para este analista la población está harta de un sistema educativo obsoleto y esa es la razón por la que esta marcha suma adeptos y es bien vista por casi todos los sectores.
No obstante, si bien la marcha tendrá un carácter simbólico, probablemente no represente un cambio estructural a corto plazo, según la reflexión de Boccia. Para el analista, la movilización debe fortalecerse y no diluirse con el paso del tiempo si se desean ver los cambios anhelados.
“Lo importante es el despertar de esta conciencia crítica que se gesta en colegios de una clase media desencantada”, señala.