El tití de cabeza amarilla de Brasil, el canguro arborícola de Queensland australiano, el kakapo (el único periquito del mundo que no vuela), forman parte de las más de 4.600 especies de mamíferos terrestres y de las 9.287 aves clasificadas como “ecológicamente raras” por este estudio inédito, publicado el jueves en la revista Nature Communications.
Los autores de este trabajo colosal, que se apoya en el análisis de datos a escala mundial (big data), realizaron además una cartografía precisa que tiene en cuenta el criterio de rareza geográfica y, por primera vez, el de “rareza funcional”.
Se trata de un papel único que desempeñan algunos animales en el funcionamiento de un ecosistema debido a sus características, como el tamaño, la alimentación, el hábitat. Por ejemplo, el Ariane de Lucy, un colibrí endémico de Honduras, que solo existe en cuatro zonas del país, contribuye sustancialmente a la polinización cuando se alimenta de néctar.
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Por su parte, el macaco negro de la isla indonesia de Sulawesi —famoso desde que un ejemplar se hizo una selfi en 2014 con una cámara— tiene un régimen alimentario (más de 145 especies de frutas) crucial para la dispersión de semillas de los árboles.
“Tendemos a pensar que una especie poco abundante contribuye de manera poco significativa al funcionamiento de un ecosistema, contrariamente a las que son más numerosas, por lo que llamamos los efectos de masa”, explica a la AFP Nicolas Mouquet, investigador del Centro Nacional de Investigaciones Científicas de Francia, corresponsable del estudio.
“Pero en realidad, el funcionamiento de los ecosistemas es mucho más complejo. Es como un motor con algunas piezas raras, pero que son esenciales para su funcionamiento”, afirma este ecólogo, que dirige el Centro francés de Síntesis y Análisis sobre la Biodiversidad.
Emergencia ecológica
Los resultados de esta investigación conducida por un equipo internacional reunido en la Universidad de Montpellier (sur francés), indican que estos fenómenos se concentran en los trópicos y el hemisferio sur para los mamíferos, especialmente en las islas indonesias, en Madagascar y Costa Rica. En el caso de las aves, se trata sobre todo de las regiones tropicales y subtropicales, en particular Nueva Guinea, Indonesia y los Andes.
Apoyándose en las modelizaciones climáticas del IPCC, el grupo de expertos de la ONU sobre clima, el estudio estima que las “especies raras se verán más impactadas que las comunes” a partir de 2050, según Mouquet.
Se trata de una “doble pena” porque su rol ecológico tan original también se perderá. Las aves serán las más afectadas y muchas de ellas podrían extinguirse en 40 años.
Las especies raras también son las que salen peor paradas por la actividad humana en todos los países, independientemente de su índice de desarrollo y del número de conflictos.
Las conclusiones del estudio constituyen por ahora una hipótesis estadística, que todavía debe verificarse empíricamente, según Mouquet.
“Es un trabajo de largo recorrido, pero la emergencia ecológica nos lleva a defender que hay que hacer todo lo posible para proteger estas especies”.