Según informa este jueves el IAA, las densas regiones centrales de nuestra galaxia, la Vía Láctea, constituyen un laboratorio natural para el estudio de la formación rápida de estrellas, fenómeno habitual en las galaxias y especialmente en los primeros miles de millones de años de la historia del universo.
La alta densidad de estrellas en esta región impidió su estudio en detalle, aunque ahora un trabajo publicado en Nature Astronomy permite, por primera vez, reconstruir la historia de la formación estelar en el centro galáctico.
Gracias a los datos proporcionados por el proyecto Galacticnucleus, liderado por el Instituto de Astrofísica de Andalucía, se observó que las estrellas no se formaron en cúmulos masivos y estrechamente unidos, sino en asociaciones estelares aisladas que se dispersaron en los últimos millones de años.
“Nuestra Vía Láctea no es una galaxia muy productiva. En conjunto, las estrellas que se forman en un año ascienden a no más de unas pocas masas solares”, apunta Francisco Nogueras-Lara, investigador del Instituto Max Planck de Astronomía (MPIA) que encabeza el trabajo.
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En cambio, las llamadas galaxias “starburst” (galaxias con brotes estelares), mucho más productivas, dan lugar a decenas o incluso cientos de masas solares de estrellas por año a lo largo de episodios que duran unos pocos millones de años.
En términos más generales, hace unos diez mil millones de años, ese tipo de alta productividad parece haber sido la norma entre las galaxias, añade el científico español.
Aunque pudiera parecer que nuestra poco productiva galaxia no sirve para estudiar estallidos de formación estelar, en las regiones que corresponden a los 1.300 años luz alrededor del agujero negro central, las tasas de formación de estrellas en los últimos cien millones de años han sido diez veces más altas que el promedio.
“Eso quiere decir que el núcleo de nuestra galaxia es tan productivo como una galaxia “starburst”, o como las galaxias hiperproductivas de hace diez mil millones de años”, concluye.