La investigación, dirigida por científicos italianos y publicada en la revista Earth-Science Reviews, ha confirmado científicamente la inscripción a carboncillo descubierta en las paredes de una de las casas de Pompeya en 2018, que ya apuntaba a esta fecha.
Hasta ahora en muchos libros y guías se señalaba que el día de la erupción fue el 24 de agosto del año 79 d.C., basándose en una carta de Plinio el Joven enviada a Tácito, pero otros expertos apuntaban que se debió a errores de transcripción y hablaban del 24 de octubre.
En una de las paredes de una de las casas que están surgiendo en las nuevas excavaciones de la zona llamada Regio V se encontró una inscripción fechada en el “decimosexto día antes de las calendas de noviembre”, que según nuestro actual calendario corresponde al 17 de octubre y, por lo tanto, una semana antes de la terrible erupción.
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Con la nueva fecha, un equipo internacional dirigido por el Instituto de Geofísica y Vulcanología italiano (INGV) y que incluye a científicos del Instituto de Geología Ambiental y Geoingeniería (IGAG), de la Universidad de Pisa y de la Universidad de Edimburgo, ha vuelto a analizar el evento para ofrecer una investigación aún más completa de la erupción más famosa de la historia.
“La investigación parte de la redefinición de la fecha de la erupción, que habría ocurrido en el otoño del 79 d.C. y no el 24 de agosto como se creía en el pasado, y continúa con el análisis vulcanológico de sitios cercanos al volcán”, explicó Mauro A. Di Vito, vulcanólogo del INGV y coordinador del estudio.
El estudio “luego se desplazó progresivamente hasta miles de kilómetros de distancia, donde se encontraron rastros de la erupción en forma de finas cenizas”, agregó.
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Por ejemplo, en la investigación se explica que “la erupción se produjo en ocho fases” y se han reconstruido las características de cada una: “La primera fue muy violenta y levantó una columna de hasta 8 kilómetros de altura, que esparció el material piroclástico en zonas cercanas y las cenizas cayeron hasta Grecia”, se indica.
Además, el estudio “permitirá mejorar la aplicabilidad de los modelos de predicción, desde los fenómenos precursores hasta el impacto de diversos procesos eruptivos y deposicionales, pero también ayudará a reducir la vulnerabilidad de las áreas y numerosas infraestructuras expuestas al riesgo volcánico, no solo cerca del volcán”, según el vulcanólogo del INGV y coautor del texto, Domenico Doronzo.