No hay médicos ni sicólogos o siquiatras y menos aún medicamentos. En la Comunidad Cenáculo, un centro de recuperación espiritual y de asistencia social, los propios adictos se orientan y aconsejan entre sí para superar todo tipo de drogadicción.
Pero lo hacen en un marco de rígida disciplina, siguiendo los ritos de devoción a Jesucristo: se pasan orando y trabajando en un ambiente de completa fraternidad.
“Esto no es una clínica, porque la clínica qué hace: te saca la droga y en cuatro, cinco meses uno está bien. Pero la desintoxicación no resuelve los problemas”, lanza Eugenio Lizier, cura italiano que dirige un centro similar en Brasil.
En Paraguay, son 16 personas –de distintas nacionalidades– quienes ocupan este centro, habilitado en setiembre pasado. Está sobre una porción de un cerro en Kokue Guasu, Areguá, y se encuentra a pasos del futuro Santuario de la Divina Misericordia.
“Este es un camino de reeducación a la vida, a los valores cristianos de la vida. Entonces, como mínimo es de tres años de camino”, cuenta el padre.
Al levantarse rezan y luego trabajan. Realizan tareas de limpieza, cultivan hortalizas en una huerta; hacen trabajos de albañilería o carpintería. Luego de almorzar, vuelven a trabajar.
“No tenemos especialistas, los especialistas son los chicos. Son ellos los que les ayudan a los demás”, insiste.
El padre Eugenio sabe de lo que habla, porque también fue adicto: él encontró su vocación sacerdotal, luego de recibir la sanación espiritual en una misma comunidad en su país.
El Cenáculo fue fundado por la monja italiana Elvira Petrozzi, hace 36 años. Hoy tiene 58 comunidades a nivel mundial: EEUU, México, Brasil, Perú, Argentina, Bosnia y Herzegovina, Croacia y otros.
“El propósito de la Madre Elvira era dar la posibilidad de una mejor vida, quien la quiere la agarra y quien no, vive por lo menos algo bueno en el tiempo en que se queda aquí”, relata y refiere que todo el proceso es libre y gratuito.
Hay una treintena de paraguayos en varios países de la región. Incluso una paraguaya fue al primer centro para mujeres en Bosnia.
INGRESO. Para entrar, los padres o familiares del adicto deben asistir primero a coloquios, reuniones en la Parroquia Niño Salvador del Mundo (Sgto. Toribio Valinotti C/ Dr. Andrés Gubetich). Los encuentros son el primer y el tercer sábado de cada mes, a las 9.00. “Hay una reunión de padres y otras de jóvenes. Nadie puede venir de la calle y entrar acá, porque tenemos que prepararlos, son tres años”, aclara Paola Serrati, representante local del centro.
“Lo que les sostiene es la amistad porque al chico que se droga o que se drogó solo lo entiende otro que pasó por lo mismo. La mamá o el papá tienen buena voluntad, pero si no te drogaste no vas a entender lo que ellos sufren realmente, siempre se va a tener un prejuicio”, comparte la experiencia que tuvo con su hijo.
Gianfranco Sarmiento vino de Perú. Allí estuvo cuatro años en un centro. Hoy es ángel custodio junto a otros. “Al principio es difícil la rutina, pero después te das cuenta de que te hace bien la actividad, el trabajo constante”, cuenta mientras pinta lo que sería la cúpula de la capilla que ellos –con sus propias manos– levantaron en el lugar.