En primer lugar, el nivel del trabajo remunerado. Poco más del 50% de las mujeres está en el mercado laboral. Una parte importante está fuera de la fuerza de trabajo aspirando a su autonomía económica, pero sin poder delegar sus responsabilidades familiares o con dificultades para movilizarse porque tiene obstáculos que le impiden buscar o mantener un trabajo si lo consigue. En Paraguay, tener una discapacidad o vivir en un barrio relativamente alejado reduce las posibilidades de movilidad. No ayudan el mal transporte público ni la infraestructura vial.
En segundo lugar, la calidad de los empleos.
Una importante parte de las mujeres trabaja con bajos niveles de ingresos y, en muchos casos, sin ingresos, ya que se encuentran en ocupaciones relacionadas con algún emprendimiento familiar. Este es un problema grave, ya que si se agrega a las dificultades y los costos de movilidad resulta que para muchas mujeres no es rentable trabajar, ya que además deben solventar los costos que conlleva dejar niños, niñas o personas mayores al cuidado de alguien, ya que tampoco hay servicios de cuidados.
La mala calidad de los empleos también puede medirse a través del acceso a la seguridad social. Una escasa proporción de mujeres logra acceder a este derecho constitucional, por lo que no solamente tienen una trayectoria laboral precaria, sino también una vejez empobrecida. Recordemos que casi el 50% de las mujeres dedican su vida al cuidado de los hijos e hijas para que el país pueda tener capacidad productiva, pero el sistema las abandona en la vejez, ya que ellas no cuentan con mecanismos de acceso a la seguridad social.
En tercer lugar, la violencia contra las mujeres relacionadas con su salida al mercado laboral. Las deficiencias del transporte público, la falta de iluminación en las calles, la inseguridad y el acoso laboral son permanentemente denunciados en las redes y en la prensa. Sin embargo, no existen políticas específicas que busquen cambiar la situación.
En cuarto lugar, la escasez de políticas que tengan como objetivo mejorar las oportunidades de trabajo a través del acceso a activos, a mercados, a información y a formación laboral. Alrededor del 40% de los hogares en Paraguay están encabezados por mujeres. Esto refleja su liderazgo y responsabilidad en la gestión de sus familias.
Muchos de estos hogares, además, son mantenidos por mujeres migrantes que no cesan su responsabilidad cuando se alejan de sus hogares. Al contrario, dejaron a sus padres e hijos justamente para honrar sus vidas a través del envío de remesas.
A pesar de todo este esfuerzo, el Estado hace muy poco por cambiar la situación. Un estudio del Ministerio de Economía y Finanzas hace unos años calculó que menos del 2% del presupuesto público tiene como objetivo remover los obstáculos que enfrentan en particular las mujeres.
Los organismos públicos, el sector empresarial, las iglesias, los bomberos y todas aquellas instituciones que emiten comunicados o tienen voces y festejos conmemorando las fechas debieran impulsar cada día del año medidas para cambiar la situación en la que están las mujeres. Para esto se deberían dejar de lado los discursos remanidos que la encumbran como heroínas por un día y la llaman kuña guapa, pero sin reconocer en los hechos su verdadero aporte y su verdadero potencial.