Los grupos de Mariano Barbacid, en el Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas en España (CNIO), y de Guillermo Montoya, de la Universidad de Copenhague, han conseguido determinar la estructura de la proteína RAF1, una diana terapéutica contra los tumores asociados a oncogenes KRAS. Este oncogén fue uno de los primeros descubierto, es el que con más frecuencia se encuentra mutado en humanos y está implicado en una cuarta parte de los tumores en general, incluidos los tres con mayor mortalidad: el adenocarcinoma de pulmón, el carcinoma colorrectal y el adenocarcinoma ductal de páncreas.
Una de las áreas de investigación más activas frente a este oncogén, es identificar inhibidores de proteínas, como RAF1, que son las encargadas de transmitir las señales oncogénicas de KRAS.
La investigación ahora publicada ha permitido identificar vulnerabilidades estructurales en RAF1, lo que hace posible el diseño de fármacos capaces de destruirla. El laboratorio de Barbacid ya había demostrado previamente, en modelos de ratón genéticamente modificados, que la eliminación de la proteína RAF1 inducía la regresión de la mayoría de los tumores sin causar toxicidades significativas.
Determinar la estructura tridimensional de RAF1 es un paso clave, porque pone al descubierto las partes de la proteína a las que un fármaco podría anclarse químicamente, y promover su destrucción por parte de la maquinaria celular. “La información que proporciona este estudio abre un abanico de opciones para desarrollar fármacos que consigan degradar RAF1”, destacó Sara García Alonso, del CNIO y una de las investigadoras principales del estudio. De esta manera, consideró, “se abre ahora una ventana de oportunidad para diseñar degradadores de RAF1 con un importante efecto terapéutico en pacientes con adenocarcinoma de pulmón inducido por oncogenes KRAS”.
contra la tuberculosis. El médico ucraniano Volodimir recordará siempre el día que tomó la última dosis de un tratamiento contra la tuberculosis más corto, más eficaz y con menos efectos secundarios, que constituye un punto de inflexión en la lucha contra esta mortífera enfermedad y a él le cambió la vida.
Antes, Volodimir, 25 años, un habitante de Kiev que prefirió no dar su apellido, seguía otro tratamiento casi dos veces menos eficaz, que suponía la toma de más comprimidos y que le había causado efectos neurológicos secundarios.
Estos desaparecieron cuando se pasó al nuevo tratamiento, que duró solo 6 meses contra los dos años del anterior. “Fue muy fácil”, dijo Volodimir, que prefirió no dar su apellido.
El día de la última dosis, un escáner le mostró que ya no presenta restos de tuberculosis. La próxima semana ya quiere volver a trabajar tras ocho meses de baja. “Ahora, puedo volver a empezar a vivir”, se alegra.
La tuberculosis era la principal causa de muerte infecciosa antes de la llegada del Covid-19, con 1,5 millones de víctimas anuales. Alrededor de 5% de los nuevos casos mostraban resistencia a los antibióticos prescritos, lo que dificultaba el tratamiento.
Se trata de “grandes avances”, señalaron dos expertos en este campo no implicados en el estudio del miércoles.