Me llamo Juan Lukis, tengo 72 años y soy originario de Perú. Pero vivo en los EEUU, en Nueva York, ya hace más de 40 años.
Mi relación con Paraguay empezó en primer lugar cuando conocí a la que es mi esposa ahora en Nueva York. Ella se llama Nelly Valiente y es paraguaya. Hace casi 40 años que estamos juntos. Antes de ella no conocía absolutamente nada del país.
En Nueva York tengo una amiga, Berta Gauto, que tiene una academia de danzas paraguayas. Y tengo una oficina legal que se dedica a todas las cuestiones legales. Sobre todo a ayudar a la gente en sus documentos.
Yo, en Perú, estudié abogacía, pero no lo acabé. Y en Nueva York tengo representantes abogados. Hacemos todos sus pedidos en el estudio jurídico.
Como es normal, empiezas con un paraguayo. Y se pasan la voz. Como dicen en el radio so’o. Pues hice muchos amigos. Y traté de ayudar a toda la persona que pudiera para que obtuviera su residencia.
Todos los paraguayos eran muy agradecidos, gente muy amable. Incluso cuando me ven por la calle me saludan con mucho afecto.
Mi amiga Berta Gauto fue la que me introdujo a lo que es el Rotary Club. Como está en todos los países, bueno por lógica, ya que mi esposa es paraguaya, solíamos venir a visitar a su familia que está en Isla Pucú y ya estábamos haciendo una casa ahí, me decidí naturalmente por los rotarios de acá.
Así comencé a traer donaciones para Paraguay. Las empecé a recolectar allá, porque nosotros tenemos que ir a buscarlas. A veces uno que otro te va a traer. Pero la mayoría hay que buscarlas.
Desde hace 15 años más o menos venimos trayendo cosas con el Rotary a diferentes beneficiarios de Paraguay.
Hasta el año pasado, yo venía dos o tres veces. Y siempre trayendo donaciones. O las que enviábamos por barco, las recogíamos y empezamos a repartir.
Aquí llevábamos las donaciones a los clubes rotarios de Paraguay, con ellos íbamos a entregar siempre.
Tenemos que ir con algún club del lugar donde entregamos la donación para que ellos nos guíen dónde existe carencia, dónde hay más necesidad.
Y por eso hemos podido llegar a traer cosas grandes, como camas hospitalarias modernas que fueron destinadas al Hospital de Fernando La Mora. Al Hospital del Quemado fue enviado una máquina completa para la toma de rayos X.
Hemos recorrido muchas, muchas escuelas y hemos donado mochilas cargadas con útiles escolares a los niños que muchas veces no acceden a eso.
Después fuimos invitados y asistimos a una actividad muy grande donde hubo donaciones que hizo el Club Asunción Palma, acá en Asunción.
En Ciudad del Este se construyó una parte de la escuela en una localidad donde había algunos problemas y nos decían que teníamos que salir temprano de allí. Pero nosotros íbamos en filas de dos o tres vehículos a llevar las cosas a ese lugar.
En diciembre entregamos bastones para no videntes, además de otras donaciones para personas adultas mayores con la participación de la Fraternidad de Mujeres Motociclistas del Paraguay y otras organizaciones.
La lista es larga. Honestamente, hasta pierdo la cuenta de todo lo que se hizo. Eran tres viajes al año que solía realizar. Lo que mandábamos por barco eran cajas de cosas para ser entregadas.
Uno de mis hijos que me ha visto haciendo estas actividades también se sumó con sus compañeros cuando estaba en la universidad.
Como él estaba en esa cuestión de organizarse con sus compañeros para realizar actividades solidarias me preguntó qué podía hacer. “Puedes dirigirlos al Paraguay” le sugerí.
Entonces se dedicaron los compañeros, todos salían a lavar carros, a vender galletas, a hacer lo que sea, y llegaron a juntar 15 mil dólares.
Ese dinero entregado al intendente y fue invertido en la refacción de la biblioteca de Barrero Grande. Incluso la gente hizo préstamo para poder terminar la obra. También fueron donados libros en español e inglés.
Mi lema y también el de los rotarios es entregar las donaciones y ver que sea utilizada en lo que debe ser. No es que se entrega y luego se pierde el rastro.
Hay dos formas de generar confianza en la gente para que apoyen las actividad que solemos realizar.
La primera es la fama del rotario. Internacionalmente es muy conocido que no se usa un dólar para beneficio nuestro, sino todo lo que se consigue es llevado a las personas que lo necesitan.
La segunda, me imagino, es que crean en ti como persona, que eres honesto, que ven que uno hace llegar las donaciones que les enviaron.
Nosotros realizamos distintas actividades para recolectar lo que solemos enviar al país para los beneficiarios.
Porque aparte del trabajo que uno tiene allá, es hacerse de tiempo para realizar alguna actividad para colectar dinero. Porque los envíos suelen pagarse también.
Eso es el Rotary. Todo el mundo contribuye. No tenemos un local, hoy día se reúnen en la casa de uno, otro día en un restaurante, etc.
Si vamos a hacer un evento, vamos a dar 20 dólares o 50 dólares cada uno. Y todos dan, se hace el evento y nadie pide que le retribuyan lo que colaboró. También están quienes te dicen o saben de otras personas que tienen cosas para donar y así vamos juntando
A mí honestamente lo que más me llama la atención es la manera cómo te agradecen los paraguayos. Y me conmueve mucho cómo piden la bendición a sus padres.
Hay mucha reciprocidad entre los paraguayos. Algo que no se encuentra en muchas partes del mundo.
Esa esencia de contribución, esa unión de las familias paraguayas todavía es un legado que debe de continuar. Pienso que es lo mejor que tienen.
Para mí simplemente es una satisfacción realizar esta labor desde hace dos décadas. Es, una alegría ver a la gente que se ayudan, te dan una sonrisa.
Un niño con la cara sucia que te sonríe y te da las gracias porque recibió su nueva pelota de fútbol. Eso es lo que te alienta a seguir siempre.