Hacía calor el miércoles en el estudio Fauvé Gaubbe. “Perdón por el desorden, estoy de aquí para allá”, se disculpó Fabián contestando mensajes en su celular. Se descalzó para estar más cerca de la tierra y vistió uno de los atuendos que preparó para su viaje a Madrid. Su amigo y fotógrafo Javier Valdez acomodaba la escenografía y corría a los gatos que, por momentos, parecía que también querían ser entrevistados.
¿Qué te motivó a inspirarte en rostros indígenas para tu colección?
- Quise hacer una reivindicación de los que realmente brindaron la identidad a esta cultura, que son los indígenas. La colección tiene tres pilares. En primer lugar, utilicé como base fotografías de Fernando Franceschelli para los rostros que están bordados; en segundo, la obra que reinterpreté de Engelberto Giménez, y por último me basé en una canción de Epifanio Méndez Fleitas y Teodoro S. Mongelós: Che mbo’eharépe. Allí uso una de sus frases, que habla de la identidad: Ajépa oiméne nde revy’a, nde juruvy rehecha ramo ipoty ha omimbi nde rapekue (seguro estás contento, estás feliz de ver tu paso y que florezca y brille). Creo que eso habla de la identidad de uno.
¿Cuánto tiempo trabajaste en esta colección?
- Tuve 10 días más o menos, pero es el resultado del proceso de toda una vida y debía tener una cuota de identidad nacional. Era el requisito para hacer la colección. Hace tiempo tenía ganas de eso y ahora se dio la oportunidad. Es como buscar la definición de identidad para mí, porque el concepto es muy amplio y se la asocia al folclore, algo muy encasillado. Me encanta el guaraní, nuestras raíces, fauna y flora, que fue lo que trabajé también.
¿Cómo llegaste a esta lectura de la identidad nacional?
- Primero, creo que es fundamental mantener la cuestión artesanal, pero reinterpretándola para hacerla prosperar en otros caminos, porque manteniéndola en un mismo lugar, no avanza. Yo busqué otras vías que me interesaron hacia las palabras, por ejemplo. Pensé en el guaraní que se escucha afuera, en nuestra música, pero lo interesante es que se vea la grafía del idioma. Entonces, hubo una búsqueda entre bordados de texto y otros ya clásicos del ao po’i o del encaje ju. Para mí es importante mantener el respeto hacia eso, porque si lo mezclamos o tratamos de una manera grotesca, salimos totalmente del contexto.
¿Qué te transmite el idioma guaraní?
- Cuando converso con gente del extranjero sobre esta colección, quedan muy impactados de que una palabra tan simple diga tantas cosas. Eso pasa con el guaraní. Al explicar un término, hay que esbozar dos o tres frases para resumirla. Ahí radica su encanto. El concepto también es muy onomatopéyico, viene de las cosas, de la naturaleza. Eso creo que lo enriquece aún más y suena superdulce, tierno en algunos casos, o superpotente y drástico en otros.
Félix Cardozo, en su texto crítico Ánga, Koraso, Tekove o el elogio a lo que no es (cuadro) habla de una abstracción en tu trabajo, ¿cómo lo interpretás vos?
- La interpretación siempre es subjetiva, depende de lo semiótico, del nivel interpretativo que vos tengas, pero sí hubo un diálogo con muchos amigos como Félix, que es director de diseño en la UNA; Javier Valdez; Sergio Núñez, que trabajó con danzas que se relacionan con lo étnico, y mi hermana, que fue fundamental.
¿Cuál fue el rol de tu hermana?
- Mi hermana se llama Evelia Da Silva y es artista plástica. Cuando era chico, tenía mucha curiosidad por lo artístico y la acompañaba al Instituto Superior de Bellas Artes. Allí asistí a las clases y escuché también un poco de lo étnico. Conocí a Hugo Pistilli, Hernán Miranda, Engelberto Giménez. Ella siempre me influyó mucho y me apoyó; incluso en esta colección, está muy presente. Siempre acompaña mi arte con su visión.
¿Qué contacto previo tuviste con los pueblos originarios o la realidad que buscás representar en tu obra?
- Por ahí escuché en la teoría más de lo que viví con etnias, pero sí estudié y me interesé mucho por conocer sobre ellos y cómo trabajan sus tejidos, cómo viven su materialidad. Dentro de la colección utilizo la pigmentación con uruku, que es una semilla que pigmenta de rojo. Ellos la utilizan para pintarse los rostros en fechas festivas. Las prendas son orgánicas, tenemos lienzo que es 100% algodón. Si hay algún material no orgánico, es del 1 o 2%. Se intentó utilizar, en su mayoría, lienzo artesanal. Lo que estoy vistiendo es un telar de jataity hecho a mano con algodón que ellos mismos plantan. No tiene casi proceso químico. Los colores se lograron gracias a hierbas de acá, yerba mate o tierra colorada. De hecho, hay mucha hierba colorada que usé para pigmentar el uruku y el tanino, que es del Chaco.
¿Cómo fue la producción de esta colección, o el “detrás de escenas”?
- El proceso se realizó acá, estuvimos instalados en este espacio creativo 13 días, desde que hablé con mi curador Javier Valdez y le dije: “Esta es mi idea”. Ahí empezó todo. Tuvimos cinco horas de charla que me hicieron ver aspectos que podía escarbar más. Eso fue lo interesante de este trabajo. De hecho, el otro día me ofrecieron joyería nacional para llevar a Madrid, pero no es lo que quiero proyectar.
Me habías comentado que estabas preparando un libro.
- Sí, voy a llevar un libro de diseño con el nombre de la marca, de la colección cápsula, para las personas que asistan al desfile, y también para una muestra que tendré en Berlín. Este libro es como una documentación sin precedentes en nuestro país. Es un material muy potente, cuenta con un texto de un semiótico y sociólogo que analiza la colección desde su punto de vista y está traducido al inglés y al guaraní. Con fotografías de Javier Valdez, la tapa está trabajada con una impresión de encaje ju. Es todo un concepto global que vamos a mostrar como identidad. Fue posible gracias a la Misión Técnica de Taiwán y será acompañado por un fashion film a estrenarse el día del desfile, para que exista un material audiovisual hecho a nivel cinematográfico.
¿Qué lugar ocupan las mujeres en tu colección?
- En la colección tomo mucho el rol de la mujer paraguaya como formadora de identidad. Para mí ella es protagonista. De hecho, hay una falda que tiene un bordado que dice: Che sy, che symi, che sy imbarete (mi mamá, mi mamita, mi mamá es fuerte). Eso habla de las madres, en general, pero de la mía en particular, porque ella fue muy fuerte y formadora. Mi papá también, pero ella tuvo más carácter y es, creo, lo que pasa mucho en las familias paraguayas.
Transversalizaste bastante las artes como fuente de creatividad; pensaste en la música, en la fotografía, en la poesía. ¿Y el cine?
- El arte en general es lo que me mueve. Tomar una corriente, una fotografía, una poesía. El cine para mí es más fuerte todavía. Trabajé a Pedro Almodóvar en una colección que me marcó, pero siempre tomando elementos de otros y reinterpretándolos.
En general, ¿te gusta que tu obra esté marcada por tu impronta y que sea fácilmente identificada con vos o preferís experimentar con distintos estilos?
- La impronta es fundamental, ahí está la sinceridad de la obra. Si fingís demasiado, se ve artificial. Esta colección es la más sincera que tuve. Creo que estoy encontrando mi camino por ahí.
¿Dónde ubicás a la industria de la moda hoy?
- Es fuerte, pero me parece que está en retroceso. Las grandes firmas provocaron un estancamiento y se cerraron varias marcas de autor. Su aparición en los shoppings enormes hacen que el diseñador de acá no acceda a esos nichos de mercado por el costo; entonces, se cierran.
Y también con el fenómeno de la fast-fashion. Compramos ropa barata que se usa poco tiempo y después se descarta, ¿no?
- Sí, acá está muy en auge eso, a pesar de que en la corriente mundial el nuevo lujo es lo artesanal, lo único, lo orgánico. Es a lo que apunté también con esta colección, por eso espero que tenga el impacto necesario allá.
¿Por qué decidiste utilizar recursos naturales para elaborar tus prendas?
- Para aportar materiales no nocivos a la naturaleza, que volvamos a tomarnos el tiempo de buscar una prenda y disfrutarla. No comprar compulsivamente y descartarla al segundo, eso tarda un montón en descomponerse.
¿Qué otros diseñadores admirás?
- En Paraguay, Fernando Preda y Viuda Ramírez hacen un trabajo muy bueno desde Aníkena. Afuera, María Gracia, que está ahora en Dior y la sigo desde Valentino. Me gusta mucho el trabajo de experimentación de John Galliano en Maison Margiela.
¿Qué opinás del cierre en la brecha de prendas asociada a las masculinas y femeninas en algunos diseñadores?
- La identidad pasa por lo que sentís que sos. Hay prendas bastante andróginas en las colecciones de Fauvé Gaubbe. Pero yo siempre dejo al cliente que decida si una pieza es de mujer o varón. Creo que la moda debe dar ese ejemplo de democratizar y educar desde el arte.
¿Cómo sintetizarías el mensaje de tu obra?
- Responde a lo que me dijo la cantante española que estará con el ballet nacional, Marina Rossell: “Yo creo que tu colección tiene alma y mucha sinceridad”.
¿Cuáles son tus planes para el año que viene?
- Estoy planificando la colección de invierno, que tendrá un toque de literatura. Me pienso inspirar en El Principito, que es de mis favoritos. Vamos a ver qué surge a raíz de este viaje a Madrid, con expectativas de que también se den otras cosas allá.
¿Cuál es tu definición de belleza?
- Cuanto más sincero seas contigo y menos artificios hagas, hay más encanto. Existen bellezas desde la misma concepción de la fealdad, pero el asincerarse y aceptarse hacen que uno pueda verse mucho más bello.
(Des)vestir la corporeidad
El director académico de la carrera de artes visuales y de diseño de indumentaria del ISA, Félix Cardozo, escribió en un texto sobre su obra que Fabián nombra “un sinfín de fugas que abarcan, además de las prendas, al propio sujeto que las habita”. “Da Silva no solo se ocupa de vestir al cuerpo, sino también de (des)vestir a la corporeidad. Quizás por eso es que, a primera vista, no se hace fácil encontrar indicios de semejanzas entre el nombre de la colección y las prendas que la conforman”, expresó Cardozo.
Inspiración nacional
La colección Ánga, Koraso, Tekove, seleccionada para representar a Paraguay en la I Pasarela Latinoamericana, se basó en el artista de los 90 Engelberto Giménez. “El diseñador trabaja las onomatopeyas del guaraní, interviniendo los tejidos y quemando palabras como che, nde, mba’e. Eso es lo que yo, de alguna manera, reinterpreté”, cuenta el diseñador.
La tela que une al mundo
Un inmigrante paraguayo en Madrid se ofreció como modelo cuando escuchó que Fabián Da Silva se presentaría el 1 y 2 de octubre en la pasarela de la capital española. Es que su obra es como un tejido largo, invisible, que une connacionales en distintos puntos del globo.