Samsung informó en un comunicado que Lee falleció este domingo acompañado por su familia, incluyendo a su hijo mayor y vicepresidente del grupo, Lee Jae-yong, que estuvo al frente del conglomerado desde que su progenitor quedó postrado en cama hace más de seis años por un infarto y, se espera herede oficialmente su cargo.
El hombre más rico de Corea del Sur
Lee Kun-hee, tercer hijo varón del fundador de Samsung, Lee Byung-chul, poseía la mayor fortuna de Corea del Sur con un neto calculado en más de USD 20.000 millones, según Forbes, y para muchos llegó a ostentar en un momento dado más poder e influencia que los presidentes del país asiático.
Lee será recordado como el hombre que heredó un gran conglomerado y lo convirtió en un titán multinacional con el gigante tecnológico Samsung Electronics al frente.
El empresario nació en los últimos años de la ocupación japonesa, en 1942, en Uiryeong, condado de la provincia de Gyeongsang del Sur (sureste del país) donde su familia poseía grandes extensiones de tierra.
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Su padre había aprovechado el capital familiar para fundar en 1938 una empresa de comercio de alimentos a la que llamó Samsung (“Tres estrellas” en coreano) y que en muy poco tiempo pasó a hacer negocio con casi cualquier tipo de mercancía.
Tras cursar estudios universitarios en Japón (al igual que su padre) y EEUU, Lee Geun-hee comenzó a trabajar para Samsung en 1968, justo en la época en la que el consorcio comenzó a fabricar electrónica de consumo.
Dos décadas después, en 1987, asumía la presidencia del grupo tras la muerte de su padre y tras imponerse en el proceso sucesorio a sus dos hermanos mayores.
Un plan revolucionario
A mediados de 1993 presentó su famoso plan de “Nueva gestión” en una reunión celebrada en un hotel de Fráncfort en la que aparentemente exhortó a los ejecutivos presentes que cambiaran “todo excepto a sus mujeres e hijos”.
Esa estrategia para “competir en calidad y no en cantidad” acabó por lograr que Samsung Electronics pasara de ser una empresa que producía televisores de segunda a convertirse en el mayor fabricante de chips de memoria y de teléfonos del planeta.
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El plan de “Nueva gestión” es considerado hoy la Biblia del conglomerado, que en su centro de recursos humanos en Seúl tiene una réplica de la sala de reuniones de Fráncfort que visitan los nuevos reclutas de Samsung cuando reciben los primeros cursos de formación.
La vida de Lee como presidente del mayor “chaebol” (los gigantescos conglomerados familiares surcoreanos) nacional y como símbolo de la modernidad económica de un país que hoy tiene el doceavo mayor producto interior bruto (PIB) del mundo, también tiene sus puntos sombríos.
Indultos presidenciales
Por sobornar al Gobierno o evadir impuestos a gran escala, Lee logró, como líder de un grupo de empresas que generan una quinta parte de ese PIB, evitar pisar la cárcel tras recibir dos indultos presidenciales.
No ha corrido la misma suerte su hijo y sucesor Lee Jae-yong que pasó un año entre rejas entre 2017 y 2018 tras ser condenado por su participación en la llamada trama de corrupción de la “Rasputina”, que motivó la destitución de la entonces presidenta surcoreana, Park Geun-hye, condenada a 32 años de cárcel.
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Peor aún, la semana que viene comenzará a repetirse el juicio contra él en este caso después de que el Supremo así lo ordenara el año pasado al considerar que no se habían tenido en cuenta una serie de pagos millonarios que Lee efectuó en el marco de esta trama.
El heredero del trono Samsung encara además otro juicio por supuesto fraude y manipulación de precios de activos bursátiles en el marco de una polémica fusión de dos compañías del grupo realizada en 2015 para afianzar su liderazgo sobre el conglomerado.
Para entonces, su padre ya llevaba un año hospitalizado en un ala privada del hospital que Samsung tiene en el sur de Seúl, tras haber sufrido un infarto que lo dejó incapacitado hasta su muerte.
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Su estado de salud fue objeto de infinitos rumores, ya que nunca se volvió a ver a Lee Kun-hee en público tras el episodio cardiovascular y hubo medios que incluso aseguraron que el centro médico habría ocultado su muerte para que sus familiares tuvieran tiempo de atar el proceso sucesorio y hereditario.
Aunque se trate de meras especulaciones, lo cierto es que se calcula que solo por heredar las acciones que poseía el patriarca, la familia Lee deberá abonar al fisco en los próximos años unos 10 billones de wones (unos 7.470 millones de euros/ USD 8.860 millones).