19 sept. 2024

Familias y comunidad deben asumir razones de la violencia

La muerte de un adolescente de 15 años, quien falleció en un hospital después de haber sido agredido durante una gresca desatada en un partido de fútbol, debe movernos a la reflexión como sociedad. Sin embargo, esta tragedia debe motivar a las familias y comunidades a analizar las causas de la creciente agresividad y violencia en espacios en los que se supone se cultivan la salud, el deporte y la recreación. Por encima de todo y de manera urgente, se deben tomar medidas para evitar que la violencia se expanda y cause más muertes.

Un adolescente de 15 años falleció hace unos días después de haber recibido un duro golpe en medio de una gresca en un encuentro deportivo. Aunque ya el hecho está siendo investigado, fue posible saber que el fallecimiento ocurrió “como resultado de actos de violencia dentro del campo de juego”, tal como se señalaba en un comunicado.

Los hechos ocurrieron a minutos de finalizar el encuentro deportivo en el que se disputaba la quinta fecha del campeonato de la Federación Paraguaya de Escuelas de Fútbol. Versiones extraoficiales señalan que el partido terminó en una gresca, durante la cual el adolescente cayó al suelo y recibió una patada en la cabeza. A pesar de ser trasladado de urgencia al Hospital San Pablo y luego al Hospital de Trauma, lamentablemente falleció.

De acuerdo con el informe médico, el adolescente perdió el conocimiento, y tras la primera agresión estando en el suelo siguió recibiendo más patadas. Cuando finalmente pudo ser asistido fue trasladado en un vehículo particular hasta el Hospital San Pablo y luego derivado al Hospital de Trauma, donde finalmente murió.

Con este trágico suceso deben surgir reflexiones y análisis en diversos niveles. Uno de los primeros se refiere a los requerimientos de seguridad que se consideran en las prácticas de deportes en nuestro país. En este caso específico, en el lugar no había una ambulancia y el vehículo tardó en llegar hasta el lugar, una demora que probablemente hubiera significado la posibilidad de sobrevivencia del joven.

Al mismo tiempo exhibe la situación de precariedad en la que se desenvuelven las escuelas de fútbol, como explicaba el titular de la Federación Paraguaya de Escuelas de Fútbol, por los costos se hace casi imposible contar con ambulancias. Lo mismo sucede con la cobertura de seguridad; la Policía Nacional pide entre G. 200.000 y G. 300.000 para brindar cobertura en un partido. Considerando que el nivel amateur convoca a decenas de torneos en todo el país, la organización de una red de seguridad básica se ve como un lujo para el total de 70 partidos cada fin de semana.

El Estado debe asumir en este punto su responsabilidad por cuanto brinda un nulo apoyo a fomentar la práctica de deportes; niños y jóvenes que asisten a la educación pública tampoco disponen de infraestructura en escuelas y colegios para demostrar habilidades y talentos. El acceso al deporte con fines básicamente recreativos es un derecho. De hecho que la Asamblea de las Naciones Unidas reconoce en su Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, que el deporte contribuye a hacer realidad el desarrollo y la paz, promoviendo la tolerancia y el respeto, que respalda el empoderamiento de mujeres, jóvenes y comunidades, así como apoya los objetivos en salud y educación.

No se pueden dejar de mencionar las repetidas situaciones de violencia que se ven en calles y estadios, protagonizadas por barras de fanáticos que ofrecen un pésimo ejemplo a niños y adolescentes. Para el dirigente, sin embargo, uno de los factores que han contribuido –en este caso puntual– a la violencia son los mismos padres. “Yo culpo a los padres (por la violencia). Entran los padres y atropellan. Le expulsamos tres años a un padre que le reventó la cara a un técnico”, y recalcó que son frecuentes los malos tratos.

De esto se deduce que el fair play debe comenzar en los hogares, y también en las comunidades, en la sociedad. Como comentó el padre del adolescente que fue víctima de los ataques, “hay que trabajar más en nuestros hogares. Yo le educo a mi familia, pero otros no, y hay que trabajar en conjunto, y allí ya entran nuestras autoridades. Hay que poner un freno a todo esto. Hay mucha violencia en la sociedad”.

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