Estos asesinatos no son obras solamente de un momento de pasión sexual. Es fruto de algo incubado desde el nacimiento, crecido por la educación familiar, animado por la tevé, el cine y la propaganda de productos, vivido como negocio por la trata e incorporado a la sicología más profunda de los varones por el machismo reinante.
Y a esta acción, en la que diariamente mueren decenas o centenares de mujeres, llamamos feminicidio.
El germen es la poca valoración de la mujer en todas sus expresiones.
En el nacimiento en muchas familias se hubiera preferido un varón a una niña. Y esto no se disimula luego. En esta dirección el niño recibe más estima y cuidados. Y , desde pequeño se le enseña todo lo que debe de pensar de si mismo, hasta el no tener, ni jugar, con aquello que pertenece a otro género inferior. El color rosa. Las muñecas. Esto llega al colmo cuando la hermanita es la que debe de limpiar los zapatos de sus hermanos varones o la mejor la alimentación se la llevan el papá y ellos.
Más tarde vendrán los consejos de sumisión al novio o esposo. Y luego tendrá que soportar ser mujer objeto en manos del que se unió de por vida.
Todo esto crecerá si es perennemente ama de casa, sin el paréntesis de la universidad.
Por machismo, el varón se cree superior. Por educación y ambiente, la mujer se ve inferior, aunque se rebele.
La última etapa es el resultado de todo lo vivido. Un día, no importa la causa, que puede ser grande o trivial, el varón “cumplirá la sentencia” machista. Un feminicidio más.