El ministerio de Salud, Marcelo Queiroga, anunció la medida el pasado mes de abril, pero dio un plazo de 30 días para su entrada en vigor, a fin de que los estados y municipios se pudieran adaptar con tiempo a la nueva realidad.
El Gobierno decidió entonces rebajar la alerta nacional debido al “avance de la campaña de vacunación”, que ha permitido que un 77 % de los 213 millones de brasileños esté con la pauta completa, y por causa de un escenario epidemiológico “más debilitado”.
Sin embargo, el país suramericano atraviesa actualmente un leve repunte de los casos de SARS-CoV-2 que ha vuelto a poner en alerta a las instituciones médicas.
Según datos de la Fundación Oswaldo Cruz (Fiocruz), uno de los centros de investigación médica más prestigiosos de Latinoamérica, los contagios de Covid-19 han vuelto a ser predominantes entre las causas de hospitalizazión por síndrome respiratorio agudo grave, con casi un 42 % de los registros.
Pese a ello, Brasil está hoy muy lejos de los casi 200.000 infectados diarios que llegó a promediar a principios de este año o los 3.000 fallecidos por día que registró en abril de 2021, en el peor momento de la pandemia.
La media actual de casos es de cerca de 14.000 positivos y la de óbitos es de casi cien, de acuerdo con el Consejo Nacional de Secretarios de Salud (Conass).
Brasil es el segundo país del mundo con más muertes vinculadas al coronavirus (665.528), por detrás de Estados Unidos, y el tercero con mayor número de casos (30,8 millones), después de la potencia norteamericana y la India.
La pandemia estuvo marcada en Brasil para la errática gestión del Gobierno del presidente Jair Bolsonaro, quien tildó al Covid-19 de “gripecita”, censuró las medidas de distanciamiento social y puso en duda la eficacia de mascarillas y vacunas para combatir el virus.