Al ya cuestionable e hilarante argumento de que poco más de 300.000 firmas son válidas para sustentar una enmienda constitucional en representación de toda una nación (porque así es como quieren vender la historia), ahora se sumaron los extranjeros, los difuntos y a los que suscriben dos veces, como férreos paladines de la reelección. La situación puede parecer graciosa (¿mejor reír que llorar?), pero es realmente alarmante.
Son las propias autoridades de un país, que se está promocionando al mundo entero como tierra de oportunidades y seguridad jurídica para inversionistas, las que están dando una imagen paupérrima. Decir que algunas personas firmaron dos veces por pura pasión, como afirmó el senador Juan Darío Monges, es tomar de tontos a toda la ciudadanía, incluso a los propios afiliados de su partido.
Y después se preguntan por qué empresas internacionales de renombre están pensando varias veces antes de venir a la “joya mejor guardada de América”. Esto se evidencia en los vacíos que hacen en las licitaciones, a pesar de las promocionadas leyes de llave en mano y Alianza Público-Privada (APP). En varios de los últimos concursos para obras incluso se tuvieron que prolongar los plazos y ajustar líneas para evitar declarar desiertos los llamados y recibir al menos una oferta.

La administración de Horacio Cartes ni siquiera cumplió cuatro años en el poder y su grupo cercano ya está pensando en otro periodo. Sendos problemas siguen sin solución, como es el caso de la negociación con Argentina por la Entidad Binacional Yacyretá (EBY). Hace casi tres años iniciaron los diálogos y no hubo siquiera un preacuerdo para arreglar la situación financiera.
El conflicto de fondo no es que Cartes quiera seguir otros cinco años en el sillón presidencial. La cuestión está en que tanto la ANR, como otros partidos se aprovechan de la gente y cómo ese aparato perverso de la política local pisotea juramentos, promesas (a más de la Constitución) y pretende engañar a aquellas personas a las que cada lustro ruega por sus votos.
El español Noel Clarasó dijo “un hombre de Estado es el que se pasa la mitad de su vida haciendo leyes, y la otra mitad ayudando a sus amigos a no cumplirlas”. Y, justamente, los amigos de la política son aquellos tan inestables que ayer pudieron ser enemigos y mañana se alían para cuidar sus propios intereses, sus negocios. Es la ciudadanía la que debe accionar y si los gobernantes realmente quieren que el pueblo decida, que escuchen todos los reclamos. Que se hable de revocatoria de mandato, de balotaje, de reducir el número de congresistas. Es decir, de una verdadera reforma, y no de un simple borrón.