14 sept. 2024

Floresmanía

La música de José Asunción Flores fue siempre escuchada, pero no siempre fue bien vista. No solo por músicos contemporáneos suyos, atacados de un conservadurismo colonial en términos artísticos, sino también y sobre todo por el poder político que, durante la dictadura del general colorado Alfredo Stroessner, lo persiguió, exilió y proscribió. Esta historia es bien conocida, a pesar de que los mismos adoradores de Stroessner hoy reivindican hipócritamente su figura y su genial invención: La guarania. No solo ellos: También alguna que otra institución bancaria se solaza ahora en el tributo descafeinado de aquel que fue comunista hasta su muerte en Buenos Aires. Menos conocida, en todo caso, es la historia del éxito arrollador de Flores en Brasil, en los años inmediatamente previos y posteriores a la instalación del régimen cívico-militar en Paraguay.

La música rural brasileña, especialmente el caipira paulista, acusó en los años 50 la influencia tecnológica de la creación de los LP y la popularización de la radio en las ciudades y el campo, al ritmo de la expansión industrial. Con estos cambios, los sonidos brasileños se abrieron inevitablemente a la influencia de géneros extranjeros como el jazz norteamericano, el mambo, la conga y el bolero caribeños, y, sobre todo, el chamamé argentino y la guarania paraguaya. Aquí es donde el músico nacido en la Chacarita provocó no solo una “floresmanía” en el sureste brasileño, sino un feroz debate al interior de su cultura popular, al punto de ser motivo de enconadas defensas y violentas detracciones.

En Cowboys do asfalto. Música sertaneja e modernização brasileira (2015), Gustavo Alonso, investigador de la Universidad Federal de Pernambuco, asegura que cuando Cascatinha & Inhana grabaron una versión de “India”, en 1952, “la música rural comenzó a ser un problema para los pensadores de lo nacional-popular” en el Brasil. “Problema” porque la canción importada tuvo tal suceso e influjo en los nuevos artistas campesinos que, rápidamente, encontró resistencia en otros referentes, como la entonces joven cantante Inezita Barroso. Se puede cuantificar este “problema”, de hecho: “India”, en lengua portuguesa (con una versión de “Lejanía”, de Herminio Giménez en el Lado B), vendió la monstruosa cantidad de 500 mil discos aquel año. Alonso saca cuentas: Con 50 millones de habitantes, el 1% de los brasileños tenía una copia de la canción en sus casas. “Ese número solo sería superado en el auge de la onda sertaneja, entre 1989 y 1994”, informa.

“India” abrió fulgurantemente el mercado musical brasileño a otras guaranias: Asunción, La paloma, Recuerdos de Ypacaraí, entre otras, tuvieron sus versiones en portugués. “Se volvieron muy populares, y sus principales características eran los compases ternarios y el uso del arpa paraguaya, instrumento que marcaría mucho a los dúos sertanejos en los años siguientes”, cuenta Alonso. Incluso, en 1958, el dúo Nono Basílio e Mario Zan creó (sin suceso, es cierto) un género llamado tupiana, inspirado directamente en el paraguayo. Se buscaba “abrasilerar” la guarania.

Sin embargo, esta influencia paraguaya fue criticada por sectores ilustrados y citadinos del arte musical brasileño. Mientras los sofisticados cultores del naciente bossa nova consideraban al jazz como una “buena” importación, veían que la guarania encarnaba una “mala”, por pegajosa: Cafona, decían. Es en todo caso la misma matriz de pensamiento (elitista) que aquí anida en algunos referentes culturales que se lamentan melodramáticamente por la guarania “abolerada” de Luis Alberto del Paraná: Sorprendentes nacionalistas que se mean encima con un Flores sinfónico o jazzero, intelectualizado.

En cualquier caso, la vigencia nacional e internacional de esa profunda simplicidad ternaria que hoy cierra un siglo, no tiene parangón ni límites en nuestra cultura. Aquello que el comunista Flores creó con gran intuición de la sonoridad paraguaya y latinoamericana goza de buena salud interpretativa y algo menos en lo compositivo, a pesar de dictaduras y de burocracias oportunistas.

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