A pesar de la existencia de críticas a la deficiente gestión, el país no puede negar la relevancia de los fondos sociales. Se han construido escuelas, hospitales, sistemas de agua y saneamiento. Por primera vez, Paraguay cuenta con políticas para la primera infancia y de ciencia y tecnología, con un aumento importante en las coberturas y la producción del conocimiento.
Una parte importante de estos recursos fue utilizada por el gobierno central, mientras que otra parte por los municipios y las gobernaciones. Los primeros, están relativamente controlados y son transparentes y pueden ser monitoreados y, de hecho, son monitoreados por la ciudadanía. La mayoría de los programas financiados a nivel central están sujetos a evaluaciones y en todos los casos se cuenta con resultados cuantificados en indicadores.
Los segundos –transferidos a municipalidades y gobernaciones–, en cambio, son opacos y, si bien no existen evaluaciones, pero informes de la Contraloría y otro tipo de reportes dan cuenta acerca del uso inadecuado y por fuera del marco legal. Es decir, además de un uso ineficiente, están manchados de corrupción.
Un desafío adicional de esta parte de los recursos es analizar su contribución a la reducción de las desigualdades territoriales, ya que las reglas actuales basadas en el territorio afectado y no en objetivos de desarrollo y cierre de brechas están profundizando las mismas.
Adicionalmente, las diferentes gestiones municipales y departamentales, al no contar con planes serios de desarrollo terminan realizando inversiones poco eficaces para su comunidad, dejando de lado necesidades urgentes en las que tienen competencia como las mejoras habitacionales o el cuidado infantil y de personas mayores con recursos casi nulos a nivel central. Es decir, si se lograra coordinar con el gobierno central tendrían mayor impacto en la población.
Paraguay invierte poco en todas las dimensiones del desarrollo. Siendo un país de ingreso medio alto y con un importante éxito económico en los últimos 15 años es inexplicable que nuestro esfuerzo fiscal esté más cerca de los países de menor desempeño económico o que enfrentan eventos climáticos catastróficos como huracanes. A nivel mundial, mientras los países que se desarrollaron llegaron a inversiones superiores al 9% del PIB en salud y educación, Paraguay apenas llega al 3%.
En otras áreas es casi inexistente la inversión como en la política de ciencia y tecnología o de cuidados, ambas necesarias para garantizar crecimiento económico sostenido en el tiempo y con mayor efecto multiplicador en el empleo.
Sin innovación tecnológica y evidencia empírica no hay ninguna posibilidad de aumentar la productividad y mejorar los resultados de las políticas públicas. Sin políticas de cuidado de calidad para niños y niñas no podemos aspirar a trabajadores con altos niveles de capital humano en el futuro ni adultos productivos en el presente.
El uso eficiente, eficaz y transparente de los recursos provenientes de Itaipú, junto con una energía de mejor calidad son pilares fundamentales para el desarrollo a corto y largo plazo de nuestro país y el bienestar de la población.
Paraguay no puede desaprovechar la oportunidad que le brinda contar con la generación de energía barata, limpia y renovable y de recursos financieros para cambiar estructuralmente y dejar de ubicarse en los últimos países en cualquier índice de desarrollo, competitividad económica o fortaleza institucional. El gobierno debe garantizar que Itaipú contribuya con los objetivos e intereses nacionales.