Es penoso ser testigos de un enorme esfuerzo burocrático desperdiciado por inocentes imprevistos. Cuántos proyectos de cooperación en los cuales colocar a correligionarios y amigos, cuántas visitas a playas paradisiacas y hoteles de lujo… en busca de inversores, por supuesto, cuánto cabildeo financiado por los nuevos amigos… planes fabulosos abortados arteramente sin haber cobrado un adelanto siquiera… y todo porque Kailasa no existe. Una pavada. Definitivamente, la vida del burócrata no es fácil.
Preguntémonos con una mano en el corazón y otra en el bolsillo: ¿Por qué cualquier operador político devenido en jefe de gabinete de una cartera altamente técnica debería saber algo tan irrelevante como la existencia o no de una nación? ¿Acaso un caudillo necesita de un cartoncito académico o de haber perdido tiempo en la universidad para detentar el sagrado derecho a ocupar un cargo destacado? ¿No lo escucharon al presidente Santiago Peña en tiempos de campaña?
¿Qué pretenden los intolerantes contribuyentes? ¿Presumen que solo porque les pagan los salarios, esos sufridos dirigentes agotarán su día en cuestiones institucionales menores, tareas que acaso puedan ser de interés general, pero que en nada colaboran con la causa partidaria? ¿Suponen, por ventura, que todos tienen tiempo libre como para googlear un nombre, por más pintoresco que suene? Después de todo, se sabe que hay naciones que tienen denominaciones raras, como Zimbabue, Letonia o Wakanda. No por eso dudaríamos de su existencia.
Y, además, a veces ni siquiera figuran en internet. Un colega del correligionario caído en desgracia contó que discutió con el hijo menor porque el mocoso aseguraba que Checoslovaquia no existe solo porque no figura en su globo terráqueo. ¡Habrase visto semejante bobada! Con ese argumento terminarán diciendo que los planetas que no se ven desde la Tierra son una ficción, solo por ese hecho… como Urano, Neptuno o Kriptón.
Definitivamente se trata de un asunto baladí, pura candidez republicana. Igual no faltó el desagradecido que preguntara en redes sociales por qué no ubican en esos cargos sensibles o donde se deban suscribir acuerdos con otras naciones a los diplomáticos y técnicos de carrera. Qué tontería. Es obvio que ese personal altamente capacitado no está disponible en el Paraguay porque son quienes acompañan al presidente Santiago Peña en sus viajes al exterior, ¿o no vieron las listas de las comitivas del mandatario? Bueno, sí, es cierto que también figuraban otras personas, pero no discutirán la relevancia de su participación.
¿Habrá quien ponga en tela de juicio la necesidad de que los presidentes de ambas Cámaras del Congreso y sus parejas, y el titular de la Corte Suprema de Justicia y un pelotón de otros políticos y su parentela acompañen a Peña en su visita oficial… al Santo Padre? Después de todo, tanto Peña como Bergoglio son jefes de Estado. Y los demás… y los demás… y, bueno, los caminos del Señor son inescrutables.
Estoy seguro de que la foto de cada uno de ellos junto con el papa Francisco se convertirá en una guía permanente que orientará sus pasos hacia el camino del bien común. No tengo la menor duda sobre la pertinencia del gasto que habrá supuesto para el Estado este viaje; este y los que vengan en adelante. Por decir, ¿qué haríamos como nación ante los desafíos monumentales del cambio climático —un cambio de ficción, según el jefe del funcionario que suscribió acuerdos con Kailasa— si no tuviéramos en estos días a un malón de políticos y parientes participando de la cumbre medioambiental en Dubái.
Puedo apostar que si sumamos todo el dinero invertido en estas visitas oficiales veremos que el monto total es una bicoca con respecto a todos los contactos y acuerdos que lograrán de seguro los miembros no técnicos de la comitiva. Algún eterno detractor se quejará del flaco favor que le hace al discurso de austeridad pública convertir viajes oficiales en excursiones festivas, o mantener a ineptos en cargos de relevancia solo por su trayectoria partidaria; pero sin esas minúsculas concesiones al rigor institucional, nos privaríamos de conocer gente tan singular como los kailasianos… o que se tomen una foto con el Papa.